dissabte, 11 de juliol del 2009

Entrevista a Coupat, chivo expiatorio. Le monde.

Martes 2 de junio de 2009, por soutien11novembre


traduction en espagnol.

El 26 de mayo, el diario francés Le Monde publicó una entrevista con Julien Coupat, quien ha sido designado como chivo expiatorio de la política antiterrorista del Estado francés, al ser detenido con sus compañeros el 11 de noviembre de 2008 y acusado de «asociación de malechores con vocación terrorista» y varios cargos más igualmente inverosímiles. El proceso de los compas de Tarnac está plagado de aberraciones judiciales y, como en el caso de Atenco, no tiene ningún sustento, ni en pruebas ni en procedimientos jurídicos.

El proceso que se sigue a Julien Coupat ha resultado especialmente amañado pues el fiscal antiterrorista, en complicidad con los jueces, se empeñó durante 6 meses en mantener a Julien en prisión, aún cuando el resto de sus compañeros habían sido liberados bajo control judicial. Como señala en su texto «la prolongación de mi detención es una pequeña venganza». Julien fue puesto en libertad el jueves 28 de mayo y enfrentará su proceso bajo control judicial.

Publicamos este texto para denunciar el absurdo del «asunto Tarnac», que desnuda la guerra en curso, y para conocer un poco de la visión de Julien Coupat, quien lejos de lamentarse por su situación, nos invita a actuar en consecuencia con nuestros deseos de tener «otra vida». Julien Coupat: no es momento de perder el valor

[Nota de Le Monde] Estas son las respuestas a las preguntas que hicimos por escrito a Julien Coupat. Acusado el 15 de noviembre de 2008 de «terrorismo» con otras 8 personas detenidas en Tarnac (provincia de Corrèze) y en París, se le acusa de haber saboteado las líneas eléctricas de la SNCF [empresa de ferrocarriles].

¿Cómo vive su detención?

Muy bien gracias. Barras, caminatas, lectura

¿Puede recordarnos las circunstancias de su detención?

Una banda de jóvenes encapuchados y armados hasta los dientes se introdujo en nuestra casa por la fuerza. Nos amenazaron, nos esposaron y nos sacaron de ahí, no sin antes haber destrozado todo. Nos condujeron a bordo de potentes bólidos corriendo a más de 170 kilómetros por hora en promedio por las carreteras. En sus conversaciones, hablaban a menudo de un tal Sr. Marion [antiguo jefe de la policía anti-terrorista] cuyas hazañas viriles los divertían mucho, como la que consistía en abofetear en buena onda a uno de sus colegas en pleno brindis de despedida. Nos secuestraron durante 4 horas en una de sus «prisiones del pueblo», acribillándonos de preguntas en las que lo absurdo se disputaba con lo obsceno.

El que parecía ser el cerebro de la operación se disculpaba vagamente por todo ese circo, explicando que era culpa de los «servicios», allá en lo alto, en donde se agita toda suerte de gentes que tienen mucho en contra nuestra. Hasta el día de hoy, mis secuestradores siguen libres. Algunos sucesos recientes probarían incluso que siguen causando estragos con total impunidad.

Los sabotajes a las líneas eléctricas de la SNCF en Francia fueron reivindicados en Alemania ¿qué puede decir al respecto?

Al momento de nuestra detención, la policía francesa ya tenía en sus manos el comunicado que reivindica, además de los sabotajes que pretenden atribuirnos, otros ataques ocurridos simultáneamente en Alemania. Ese volante presenta numerosos inconvenientes: fue enviado desde Hanover, redactado en alemán y se hizo llegar exclusivamente a periódicos del otro lado del Rhin; pero sobre todo, ese comunicado no cuadra con la fábula mediática que nos atribuyen, la de un pequeño núcleo de fanáticos atacando al corazón del Estado al colgar tres pedazos de fierro en las líneas eléctricas. Tendrán, desde luego, mucho cuidado de no mencionar demasiado ese comunicado, ni en el proceso ni en la mentira pública.

Es cierto que con ello, el sabotaje a las líneas ferroviarias pierde mucho de su aura misteriosa: se trataba simplemente de protestar contra el transporte hacia Alemania por vía férrea, de desechos ultraradioactivos y denunciar de pasada, la gran estafa de «la crisis». El comunicado termina con un muy-SNCF «agradecemos a los viajeros de los trenes afectados, por su comprensión» ¡Qué tacto, hay que decirlo, el de esos terroristas!

¿Se reconoce en los calificativos de «movida anarco-autónoma» y «ultra-izquierda»?

Permítame ir más atrás. En la actualidad, vivimos en Francia el final de un periodo de congelamiento histórico cuyo acto fundador fue el acuerdo logrado entre los partidarios de De Gaulle y los estalinistas en 1945, para desarmar al pueblo con el pretexto de evitar «una guerra civil». Los términos de ese pacto podrían resumirse rápidamente como sigue: en tanto que la derecha renunciaba a sus acentos abiertamente fascistas, la izquierda abandonaba, en familia, cualquier perspectiva revolucionaria seria. Le ventaja que juega y disfruta la mafia sarkozista es de haber tomado la iniciativa, y en forma unilateral, haber roto ese pacto relanzado «sin complejos», los clásicos de la reacción pura -acerca de los locos, la religión, Occidente, Africa, el trabajo, la historia de Francia o la identidad nacional.

Frente a ese poder en guerra que se atreve a pensar estratégicamente y separar el mundo entre amigos, enemigos y cantidades despreciables, la izquierda permanece tetanizada. La izquierda es demasiado cobarde, está demasiado comprometida, y para acabar pronto, demasiado desacreditada para oponer la menor resistencia a un poder al que, de su lado, no se atreve tratar como enemigo y que le roba uno a uno sus más astutos miembros. En lo que toca a la extrema izquierda a-la-Besancenot, cualesquiera que sean su resultados electorales, e incluso saliendo del estado grupuscular en que vegeta desde siempre, no tiene perspectiva más atractiva que ofrecer que el gris soviético apenas retocado en Photoshop. Su destino es decepcionar.

En la esfera de la representación política, el poder en turno no tiene nada que temer, de nadie. Y por supuesto, no son las burocracias sindicales, más vendidas que nunca, las que van a importunarlo, burocracias que desde hace dos años bailan con el gobierno un ballet tan obsceno. En esas condiciones, la única fuerza que puede hacer frente al gang sarkozysta, su único enemigo real en este país, es la calle, la calle y sus viejas inclinaciones revolucionarias. Ella sola, de hecho, durante los motines que siguieron a la segunda vuelta del ritual plebiscitario de mayo 2007, supo colocarse un instante a la altura de las circunstancias. Ella sola, en Antillas o en las recientes ocupaciones de empresas o facultades, supo hacer escuchar una otra palabra.

Este análisis sumario del teatro de operaciones debió imponerse muy pronto puesto que los servicios secretos hicieron publicar desde junio 2007, mediante la pluma de periodistas a su servicio (y particularmente en Le Monde), los primeros artículos develando el terrible peligro que harían pesar sobre toda la vida social, los «anarco-autónomos». Se les atribuía, para empezar, la organización de los motines espontáneos, que, en tantas ciudades, saludaron el «triunfo electoral» del nuevo presidente.

Con esta fábula de los «anarco-autónomos», se dibuja el perfil de la amenaza en la que la ministra del interior se ocupó dócilmente, mediante arrestos selectivos y razzias mediáticas, a fin de darle un poco de carne y algunos rostros. Cuando no se puede contener más lo que desborda, aún se le puede asignar una celda y encarcelarlo. Ahora bien, la fábula de «alborotador» (casseur), en la que hoy día se confunde a los obreros de Clairoix, con los chavales de los multifamiliares, los estudiantes que realizan bloqueos y los manifestantes de las contra-cumbres, y que ciertamente es eficaz en la gestión cotidiana de la pacificación social, permite criminalizar los actos y no las existencias. Y por supuesto, se cuentan entre las intenciones del nuevo poder, atacar al enemigo como tal, en tanto enemigo, sin esperar que se exprese. Tal es la vocación de las nuevas categorías de la represión.

Importa poco, finalmente, que no se encuentre a nadie en Francia que se reconozca «anarco-autónomo», ni que la ultra-izquierda sea una corriente política que tuvo su momento de gloria en los años 1920 y que después sólo produjo inofensivos volúmenes de marxología. Por lo demás, el éxito reciente del término «ultra-izquierda», que permitió a algunos periodistas apresurados de catalogar sin esfuerzo a los amotinados griegos del último diciembre, debe mucho al hecho de que nadie sepa lo que fue la ultra-izquierda, ni siquiera que haya existido alguna vez.

En este punto, y en prevención de los desbordamientos que no pueden más que sistematizarse frente a las provocaciones de una oligarquía mundial y francesa acorraladas, la utilidad policíaca de esas categorías, pronto, no será más tema de debate. No sería posible predecir, sin embargo, cuál «anarco-autónomo» o ultra-izquierda gozará finalmente de los favores del Espectáculo, con el fin de relegar a lo inexplicable, una revuelta que todo justifica.

La policía le considera como el jefe de un grupo a punto de volcarse al terrorismo ¿Qué piensa usted?

Un alegato tan patético sólo puede resultar de un régimen a punto de volcarse hacia la nada.

¿Qué significa para usted la palabra terrorismo?

Nada permite explicar que el departamento de información y seguridad argelino, sospechoso de haber orquestado a sabiendas de la DST(1), la ola de atentados de 1995, no esté incluido entre las organizaciones terroristas internacionales. Nada permite explicar, tampoco, la súbita transformación de «terrorista» en héroe de la Liberación, en socio frecuentable para los acuerdos de Evian, en policía irakí o en «talibán moderado» de nuestros días, en función de los últimos revires de la doctrina estratégica estadounidense.

Nada si no la soberanía. Es soberano, en este mundo, aquel que designa al terrorista. Quien rechaza participar de esta soberanía se cuidará bien de responder a su pregunta. Quien codicie algunas migajas lo hará prontamente. Quien no se ahogue de mala fe encontrará instructivo el caso de dos ex-«terroristas» devenidos, uno primer ministro de Israel, el otro presidente de la Autoridad palestina, los dos habiendo recibido, para colmo, el Premio Nobel de la Paz.

La vaguedad que rodea la calificación de «terrorismo», la evidente imposibilidad de definirlo no se deben a alguna laguna provisional de la legislación francesa, sino a que están al inicio de esta cosa que, ella sí, podemos definir muy claramente: el anti-terrorismo, del que representan la condición de funcionamiento. El anti-terrorismo es una técnica de gobierno que hunde sus raíces en el viejo arte de la contra-insurgencia, de la guerra llamada «psicológica», para decirlo amablemente.

El anti-terrorismo, contrariamente a lo que quisiera insinuar el término, no es un medio de luchar contra el terrorismo; es el método por el cual se produce, positivamente, el enemigo político en tanto terrorista. Se trata, mediante todo un lujo de provocaciones, infiltraciones, vigilancia, intimidación y propaganda, mediante toda una ciencia de la manipulación mediática, de la «acción psicológica», de la fabricación de pruebas y de crímenes, mediante la fusión también de lo policiaco y lo judicial, de aniquilar la «amenaza subversiva», asociando, al interior de la población, el enemigo interno, el enemigo político, al afecto del terror.

Lo esencial en la guerra moderna es esta «batalla por los corazones y los espíritus» en la que todos los golpes están permitidos. El procedimiento elemental aquí es invariable: individualizar al enemigo con el fin de separarlo del pueblo y de la razón común, exponerlo bajo los hábitos del monstruo, difamarlo, humillarlo públicamente, incitar a los más viles para abrumarlo con sus escupitajos, incitarlos al odio. «La ley debe ser utilizada simplemente como cualquier otra arma en el arsenal del gobierno y en ese caso, no representa nada más que una cobertura de propaganda para desembarazarse de miembros indeseables del público. Para lograr la mayor eficacia, convendría que las actividades de los servicios judiciales estén ligadas al esfuerzo de guerra de la manera más discreta posible», aconsejaba ya en 1971, el brigadier Frank Kitson [ex general del ejército británico, teórico de la guerra contra-insurgente], que algo sabía de esos menesteres.

Una al año no hace daño; en nuestro caso, el anti-terrorismo ha hecho el ridículo. En Francia, no están listos para dejarse aterrorizar por nosotros. La prolongación de mi detención por un tiempo «razonable» es una pequeña venganza fácilmente entendible a partir de los medios movilizados y de lo profundo del fracaso; como también es comprensible el encarnizamiento un poco mezquino del «servicio secreto», a partir del 11 de noviembre [2008], para atribuirnos a través de la prensa, los delitos más fantasiosos, o para apañar al más lejano de nuestros camaradas. Cuánta de esta lógica de represalias caracteriza a la institución policíaca y al pequeño corazón de los jueces, he ahí lo que habrán tenido el mérito de revelar, en tiempos recientes, las detenciones sistemáticas de los «conocidos de Julian Coupat».

Es preciso decir que algunos juegan, en este asunto, una buena parte de su lamentable carrera, como Alain Bauer [criminólogo]; otros, el lanzamiento de sus nuevos servicios, como el pobre Squarcini [director central de información interna], otros más, la credibilidad que nunca han tenido y que nunca tendrán, como Michèle Alliot-Marie [ministra del interior].

Usted proviene de un medio bastante acomodado que podría haberlo orientado en otra dirección…

«Hay plebe en todas las clases» (Hegel)

¿Por qué Tarnac?

Vaya allá, así entenderá. Si no comprende, me temo que nadie podrá explicárselo.

¿Usted se define como un intelectual, un filósofo?

La filosofía nace como luto parlanchín de la sabiduría original. Platón entendía ya la palabra de Heráclito como fugada de un mundo extinto. A la hora de la intelectualidad difusa, no se ve qué podría definir "el intelectual”, sino es la amplitud del foso que separa, en él, la facultad de pensar de la aptitud de vivir. Tristes títulos, de verdad, que son ésos ¿Pero, para quién, precisamente, sería necesario definirse?

¿Usted es el autor del libro La insurrección que viene?

Este es el aspecto más asombroso de este proceso: un libro vaciado integralmente en la averiguación previa, interrogatorios donde intentan hacerte decir que vives como está escrito en La insurrección que viene, que manifiestas como lo preconiza La insurrección que viene, que saboteas líneas de tren para celebrar el golpe de Estado bolchevique de 1917, ya que eso se menciona en La insurrección que viene, un editor convocado por los servicios anti-terroristas.

De memoria francesa, no se había visto de mucho tiempo atrás que el poder tuviera miedo a causa de un libro. Se tenía más bien costumbre de considerar que, en tanto los izquierdistas estaban ocupados escribiendo, al menos no hacían la revolución. Los tiempos cambian, evidentemente. La seriedad histórica regresa.

Lo que funda la acusación de terrorismo, en lo que nos concierne, es la sospecha de la coincidencia entre pensamiento y vida; lo que sustenta la asociación de malhechores, es la sospecha de que esta coincidencia no será dejada al heroísmo individual, sino que será el objeto de una atención colectiva. En forma negativa, ello significa que no se sospecha de ninguno de los que suscriben con su nombre tantas feroces críticas del sistema en lugar de poner en práctica la menor de sus firmes resoluciones; la injuria es mayúscula. Por desgracia, no soy el autor de La insurrección que viene -y todo este asunto debería acabar de convencernos acerca del carácter esencialmente policiaco de la función autor.

En cambio, soy un lector. Releyéndolo, apenas la semana pasada, entendí mejor la saña histérica que ponen, desde las alturas, en perseguir a los presuntos autores. El escándalo de ese libro, es que todo lo que en él figura es rigurosamente, catastróficamente cierto, y no cesa de comprobarse cada día más. Ya que lo que se revela, bajo la apariencia de una «crisis económica», de un «hundimiento de la confianza», de un «rechazo masivo de las clases dirigentes», es ante todo el final de una civilización, la implosión de un paradigma: el del gobierno que lo regula todo en Occidente - la relación de los seres con ellos mismos no menos que el orden político, la religión o la organización de las empresas. Existe, en todos los niveles del presente, una gigantesca pérdida de control frente a la cual ningún exorcismo policiaco ofrecerá remedio.

No es ensartándonos con penas de prisión, vigilancia exagerada, controles judiciales y prohibiciones de comunicar, en razón de que seríamos los autores de esa lúcida constatación, que lograrán que se desvanezca lo que ha sido constatado. Lo propio de las verdades es escapar, apenas enunciadas, de quienes las formulan. Gobernantes, de nada les habrá servido llevarnos frente a la justicia, todo lo contrario.

Está leyendo «Vigilar y castigar» de Michel Foucault ¿Ese análisis le parece todavía pertinente?

La prisión es evidentemente el sucio secretito de la sociedad francesa, la clave y no el margen de las relaciones sociales más presentables. Lo que aquí se concentra en un todo compacto, no es un montón de bárbaros en estado salvaje como se complacen en hacernos creer, sino el conjunto de disciplinas que tejen, por fuera, la existencia llamada «normal». Vigilantes, cantinas, partidos de foot en el patio, horarios, divisiones, camaradería, peleas, fealdad de las arquitecturas: se necesita haber pasado una temporada en prisión para conocer la medida exacta de lo que la escuela, la inocente escuela de la República, contiene, por ejemplo, de carcelaria.

Divisada desde este ángulo inatacable, no es la prisión que sería un refugio para los fracasados de la sociedad, sino la sociedad presente que aparece como una prisión malograda. La misma organización de la separación, la misma administración de la miseria mediante la mota, la tele, el deporte y la porno, reina como en cualquier parte, cierto, de modo menos metódico. Para terminar, esos altos muros no disimulan a las miradas nada más que esta verdad de una banalidad explosiva: son vidas y almas en todo parecidas que se arrastran a uno y otro lado de las alambradas y a causa de ellas.

Si se persigue con tanta avidez los testimonios «de adentro», que expondrían al fin los secretos que la prisión encierra, es para mejor ocultar el secreto que ella es: aquel de vuestra servidumbre, a ustedes que son considerados libres mientras su amenaza pesa invisiblemente sobre cada uno de vuestros gestos.

Toda la virtuosa indignación que rodea la negrura de los calabozos franceses y sus suicidios a repetición, toda la grosera contra-propaganda de la administración penitenciaria que monta en escena para las cámaras de los matones dedicados al bienestar del detenido y de los directores de cárcel celosos del «sentido de la pena», en resumen, todo ese debate sobre el horror del encarcelamiento y la necesaria humanización de la detención es viejo como la prisión. Hace parte, incluso, de su eficacia, al permitir combinar el terror que ella debe inspirar con su hipócrita estatuto de castigo «civilizado». El pequeño sistema de espionaje, de humillación y de exacción que el Estado francés dispone, más fanáticamente que ningún otro en Europa, en torno del detenido, no es siquiera escandaloso. El Estado lo paga diariamente centuplicado en los suburbios, y ello no es, por supuesto, más que el inicio: la venganza es la higiene de la plebe.

Pero la impostura más destacable del sistema judicial-penitenciario consiste ciertamente en pretender que está ahí para castigar criminales cuando no hace otra cosa que administrar los ilegalismos. Cualquier empresario -y no sólo el de Total-, cualquier presidente de consejo general -y no sólo el de Hauts-de-Seine-, cualquier tira, sabe lo que se necesita de ilegalismos para ejercer correctamente su oficio. En nuestros días, es tal el caos de las leyes que no se procura demasiado hacerlas cumplir y los antidrogas (stups), también, se cuidan de sólo regular el tráfico, y no de reprimirlo, lo que sería social y políticamente suicida.

La división no está, como pretende la ficción judicial, entre lo legal y lo ilegal, entre inocentes y criminales, sino entre los criminales que se cree oportuno perseguir y aquellos que son dejados en paz como lo requiere la policía general de la sociedad. La raza de los inocentes está extinta desde hace mucho, y la pena no es a lo que te condena la justicia; la pena es la justicia misma. Por ello, no hay ningún motivo para que mis camaradas y yo «clamemos nuestra inocencia», del modo en que la prensa se lanzó ritualmente a decir, sino que se trata de desbandar la azarosa ofensiva política que constituye todo este infecto proceso. He ahí algunas de las conclusiones a las que el espíritu es conducido leyendo Vigilar y castigar en la Santé. No resulta inútil sugerir, dado lo que hacen los foucaultianos desde hace 20 años con los trabajos de Foucault, de enviarlos en pensión algún tiempo, por acá.

¿Cómo analiza lo que le sucede?

Desengáñese: lo que nos sucede, a mis camaradas y a mí, le sucede también a usted. Por lo demás, ésa es, aquí, la primera mistificación del poder: nueve personas son perseguidas en el marco de un proceso judicial por «asociación de malechores en relación con una iniciativa terrorista», y se supone que deberían sentirse particularmente concernidas por esta grave acusación. Pero no hay «caso Tarnac», no más que «caso Coupat» o «caso Hazan» [editor de la Insurrección que viene]. Lo que hay es una oligarquía vacilante en todas las relaciones y que deviene feroz como todo poder deviene feroz cuando se siente realmente amenazado. El Príncipe no tiene ya más sostén que el miedo que inspira, cuando su vista sólo excita en el pueblo, odio y desprecio.

Lo que hay delante nuestro es una bifurcación, a la vez histórica y metafísica: sea pasamos de un paradigma de gobierno a un paradigma del habitar, al precio de una revuelta cruel pero transformadora, sea dejamos que se instaure en escala planetaria este desastre climatizado donde coexisten, bajo la férula de una gestión «descomplejizada», una élite imperial de ciudadanos y masas plebeyas mantenidas al margen de todo. Existe entonces, sin lugar a dudas, una guerra, una guerra entre los beneficiarios de la catástrofe y aquellos que se hacen de la vida una idea menos esquelética. Nunca se ha visto que una clase dominante se suicide de buena gana.

La revuelta tiene condiciones, ella no tiene causa ¿Cuántos ministerios de identidad nacional, despidos a la moda Continental, razzias de sin-papeles o de oponentes políticos, chavales jodidos por la policía en los suburbios, o ministros que amenazan con privar de diplomas a quienes todavía se atreven a ocupar su fac, serán necesarios para decidir que tal régimen, incluso instalado mediante un plebiscito de apariencias democráticas, no tiene ninguna razón de existir y amerita tan sólo ser derribado? Es una cuestión de sensibilidad.

La servidumbre es lo intolerable que puede ser infinitamente tolerado. En tanto es una cuestión de sensibilidad y que esta sensibilidad es inmediatamente política (no al preguntarse "¿por quién voy a votar? sino ¿es compatible mi existencia con éso?), para el poder es una cuestión de anestesia, a la que responde con la administración de dosis cada vez más masivas de diversiones, de miedo y de estupidez. Y ahí donde la anestesia deja de funcionar, este orden que ha reunido en su contra todas las razones de rebelarse intenta disuadirnos mediante un pequeño terror afinado.

Nosotros, mis camaradas y yo, no somos más que una variable de ese ajuste. Sospechan de nosotros, como de tantos otros, como de tantos «jóvenes», como de tantas «bandas», de desolidarizarnos de un mundo que se hunde. Sólo sobre este punto no mienten. Afortunadamente, el hatajo de estafadores, de impostores, de industriales, de financieros y de chicas, toda esa corte de Mazarin bajo neurolépticos, de Luis Napoléon en versión Disney, de Fouché dominguero, que en este momento controla el país, carece del más elemental sentido dialéctico. Cada paso que dan hacia el control de todo los acerca de su perdición. Cada nueva «victoria» de la cual presumen, extiende un poco más ampliamente el deseo de verlos vencidos a todos. Cada maniobra por la que figuran reforzar su poder acaba por hacerlo odioso. En otros términos: la situación es excelente. No es el momento de perder el valor. Entrevista hecha por Isabelle Mandraud y Carolinne Monnot

Apareció en la edición del 26 de mayo de 2009.

Ver en línea : Julien Coupat: no es momento de perder el valor

El caso de Tarnac (Julien Coupat), síntoma de una sociedad psicótica

El 11 de noviembre de 2008 la policía francesa detuvo espectacularmente a un grupo de "presuntos terroristas" en un pueblecito de Correze

El caso de Tarnac, síntoma de una sociedad psicótica

Red Voltaire

Dos meses más tarde, resulta que en realidad se trata de un grupo de jóvenes refractarios a la sociedad de consumo y de la vigilancia y que la instrucción no dispone de pruebas acusatorias. El sociólogo Jean-Claude Paye, que estudia desde hace años la tendencia de las sociedades occidentales al autoritarismo, analiza aquí esta extraña aplicación de las leyes antiterroristas.


El caso de Tarnac es un ejemplo de rápido proceso de subjetivización del orden jurídico. Se acusa a alguien de terrorismo, no sobre la base de determinado delito material sino en función de una virtualidad construida por la imaginería del poder. El 11 de noviembre de 2008, en el marco de la «Operación Taigá», 150 policías rodearon Tarnac. Simultáneamente, varios registros tenían lugar en Ruán, París, Limoges y Metz. La detención de 10 jóvenes es ante todo un show cuyo objetivo es sembrar el miedo.

La detención de estos 10 jóvenes parecía estar vinculada a varios actos de sabotaje contra la circulación ferroviaria que habían provocado, el 8 de noviembre, el retraso de varios TGV [Trenes de alta velocidad. NdT.] en el tramo París-Lille.

Se trataba del corte de líneas eléctricas de alimentación de los trenes en circulación, actos que fueron calificados como terrorismo, aunque en ningún momento pusieron en peligro vidas humanas. La parte acusadora, que dice disponer de numerosos indicios, incluyendo documentos escritos así como la presencia de 5 sospechosos cerca de las líneas ferroviarias saboteadas en el momento en que se produjeron los hechos, reconoce que no dispone de ningún elemento probatorio material.

Lo que justifica la acusación es el perfil de los detenidos. Estos fueron arrestados debido a que «su lenguaje es muy radical y tienen vínculos con grupos extranjeros» y porque muchos de ellos «participaban habitualmente en manifestaciones políticas», por ejemplo: «en las marchas contra el fichero Edvige y contra el reforzamiento de las medidas sobre la inmigración» [1]. En cuanto al lugar donde residen, las autoridades lo designan como «un lugar de reunión, de adoctrinamiento, una base de retaguardia para las acciones violentas».

Aunque se describe a estas personas como «el núcleo duro de una célula que tenía como objetivo la lucha armada» [2], la mayoría fueron rápidamente liberadas, algunas bajo condiciones, y otras puestas bajo arresto domiciliario, aunque siguen estando inculpadas. Sólo el «jefe» y su compañera serían mantenidos en prisión. El 26 de diciembre, la Corte de Apelación de París anuló, a petición de la fiscalía, la orden de liberación a favor de Julien Coupat [3].

El 16 de enero, la Corte de Apelación de París ordenó la liberación, bajo control judicial, de Yldune Levy. Su liberación tendrá que ser confirmada el viernes 23 por la cámara de instrucción de París, que debe examinar el contenido de la apelación de la fiscalía.

La argumentación del gobierno realiza una doble transformación: simples actos de sabotaje, como los que pueden tener lugar, por ejemplo, en el marco de la acción de un movimiento social, reciben el calificativo de terrorismo y esos son el tipo de actos que se atribuye a los jóvenes de Tarnac, aunque la policía reconoce la ausencia de todo elemento probatorio de carácter material. La imagen del terrorismo que el poder ha ido construyendo crea una realidad que sustituye a los hechos. No se niegan los hechos pero se les niega toda capacidad explicativa.

Los actos de sabotaje sólo pueden corresponder a personas designadas como terroristas. El acto de calificar, anterior a todo procedimiento de evaluación objetiva, invierte a esta última y la encierra en la imagen, en una forma vacía.

Una reconstrucción del lenguaje

No se ha negado la ausencia de elementos materiales que permitan acusar a las personas inculpadas, pero la necesidad de que prevalezcan los hechos se invierte para favorecer la supremacía la imagen que el poder ha construido. La posición de la ministra del Interior, Michele Alliot-Marie, mencionada en un informe de la Dirección Central de Inteligencia Interna, resulta particularmente interesante: «Adoptaron el método de la clandestinidad», asegura la ministra. «Nunca usan teléfonos móviles y residen en lugares en los que resulta difícil que la policía pueda investigar sin hacerse notar. Se las arreglaron para tener, en la localidad de Tarnac, relaciones de amistad con gente que podía avisarles sobre la presencia de forasteros.» Pero la ministra reconoce que: «No hay indicios de atentados contra personas». [4]

Tales declaraciones son un perfecto resumen del caso en su conjunto. Lo que convierta a esos jóvenes en terroristas es su modo de vida, el hecho de que tratan de escapar a la maquinaria económica y que no adoptan un comportamiento de sumisión «proactiva» a los procedimientos de control. No portar un teléfono móvil se convierte en un indicio de la existencia de intenciones terroristas. El restablecimiento de las relaciones sociales también es considerado como un comportamiento sospechoso ya que esa práctica reconstruye el vínculo simbólico y permite poner un freno al despliegue de la omnipotencia del Estado.

En las declaraciones de la ministra Alliot-Marie, la referencia a los hechos, a falta de toda prueba material, no puede ser integrada racionalmente y engendra la fase del delirio, una reconstrucción de la realidad basada en la imagen del terrorismo.

Ese proceso resulta también visible en los informes de la policía, en los que se desarrolla, en el plano del lenguaje, toda una reconstrucción fantasiosa de la realidad. Como indicio material probatorio de la culpabilidad de los inculpados, la policía habla de «documentos que precisan las horas de paso de los trenes, pueblo por pueblo, con los horarios de salida y de llegada a las estaciones». [5]

Un horario de la SNCF [La SNCF es la compañía ferroviaria francesa. NdT.] se convierte así en un documento particularmente inquietante, cuya posesión implica necesariamente la participación en actos contra la compañía ferroviaria. Asimismo, una escalera se convierte en «material de escalamiento» y, así, su posesión es un elemento acusador.

Esa construcción psicótica no es exclusiva de las autoridades francesas. Bélgica la comparte. El 27 de noviembre, un arresto así como varios registros y confiscaciones tuvieron lugar en los domicilios de los miembros del comité belga de apoyo a los inculpados de Tarnac. En la orden de registro se hablaba de «asociación de malhechores y deterioro [material] en reunión» [6]. La posesión de documentos sobre un comité de apoyo puede, dada la actual correlación de fuerzas, justificar la adopción de acciones judiciales y, al menos, asocia a quienes los poseen a la investigación emprendida en Francia.

Un orden social sicótico

El montaje escenográfico del arresto y la inculpación de los «autónomos de Tarnac» es un fenómeno que revela no sólo un cambio en el orden jurídico sino también una mutación más profunda: la del orden simbólico de la sociedad. La inversión de la función de la ley es en sí misma une «versión perversa» de la Ley simbólica.

Los procedimientos instrumentados representan uno de los aspectos más significativos de la tendencia favorecida por la «lucha contra el terrorismo», en virtud de la cual un individuo es designado como terrorista no porque haya cometido determinados actos sino simplemente porque se le considera como tal.

El poder tiene la posibilidad de crear una nueva realidad, una virtualidad que no suprime sino que suplanta los hechos. La debilidad del movimiento social, la quiebra de la función simbólica explica la ausencia de freno a la omnipotencia del Estado que se muestra como imagen envolvente, como figura maternal. Se reemplaza un orden social neurótico, que se revela contradictorio, por una estructura psicótica, un orden que suprime todo conflicto, toda posibilidad de confrontación subjetiva.

El caso de los «autónomos» de Tarnac no tiene mucho que ver con la vieja noción de enemigo interno y la tradicional estigmatización de la oposición política. Lo que se ataca en este caso no es una ideología en particular, una forma de conciencia, sino simplemente el cuerpo, formas de comportamiento, la negativa individual a entregarse a la máquina de muerte.

No se trata por consiguiente de desmantelar una vanguardia sino que el solo hecho de negarse a amasar dinero, de tratar de sustraerse a los dispositivos de control o la simple voluntad de restablecer el vínculo social son una forma de infracción, la más grave que existe en nuestra sociedad, un acto terrorista. Esto nos concierno a todos y cada uno, no sólo a una minoría. Notas


Notas

[1] «Terrorisme ou tragi-comédie», por Giorgio Agamben, Libération, 19 de noviembre de 2008.

[2] «Au village, sans prétention», por Marie-Noëlle Bertrand y Sébastien Homer, L’Humanité, 28 de noviembre de 2008.

[3] «Sabotages à la SNCF: Julien Coupat maintenu en détention», Le Monde, 27 de febrero de 2008.

[4] Isabelle Mandraud, «L’obsession de l’ultra gauche», Le Monde, 3 de diciembre de 2008.

[5] Agamben, Op. Cit.

[6] Apoyo a los inculpados del 11 noviembre

Julien Coupat encarcelado bajo la acusación de sabotaje


Queridos amigos:

Tal vez os interese esta noticia, es decir, conocer la gravedad que nos acecha. Hoy le toca a Julien Coupat, uno de los "fundadores" de Tiqqun. Mañana a cualquiera de nosotros: la acusación de ser "dirigente de una estructura con vocación terrorista". El pensamiento libre, disidente, está siendo cercado cada vez más. No es una exageración.

Para quien no conozca a Tiqqun, es un medio, así se hacían llamar cuando editaban la revista del mismo nombre, o mejor una "célula invisible", e incluso el "Partido Imaginario" con un discurso que en lo que tiene de discutible le hace extraordinariamente estimulante desde el punto de vista de la teoría revolucionaria, del filosófico y del de la crítca radical del "Imperio". Agamben, Debord y Foucault (éste en una medida más marginal) recorren su pensamiento. Y de su acción... mejor leer... entre paréntesis.

Hay editados dos libros suyos en Melusina: Teoría del bloom e Introducción a la guerra civil (obviamente, no se trata de nuestra Guerra Civil). El segundo es de un interés inapelable. Eso creo.

Leed más abajo. .
Comunicado de prensa editorial Melusina (19/11/2008):

Julien Coupat está en la cárcel acusado de sabotaje. También se le acusa de estar involucrado en el lanzamiento de una granada de mano en un centro de alistamiento del ejército en Nueva York.

Sometido durante seis meses a un seguimiento policial instado por el fbi, ahora Julien Coupat se ve ha visto inculpado en Francia como cabecilla de un supuesto grupo terrorista de inspiración anarquista y se expone a una pena de veinte años de prisión.

El grupo en cuestión se denominaría la «célula invisible», y su misión consistiría en destruir el Estado de derecho y la democracia.

Ahora bien, hay que señalar que Julien Coupat es un joven y brillante intelectual francés de treinta y dos años, fundador del grupo Tiqqun y autor de varios textos político-filosóficos de un enorme calado, publicados en nuestro país por nuestra editorial.

El grupo Tiqqun se autodenominó desde el inicio « el partido imaginario» y de igual manera debe ser entendida la expresión «célula invisible». Por otro lado, y tal y como afirmó su padre en una entrevista en la radio gala France Info (19/11/2008), detrás de esta maniobra policial se esconde un castigo por un delito de opinión. Resulta llamativo que entre los arrestados haya personas cuyo único crimen ha sido tener escritos de Julien Coupat en sus casas, en particular, el libro L’insurrection qui vient, firmado bajo el pseudónimo de «Comité Invisible».

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TERRORISMO O TRAGI-COMEDIA

Giorgio Agamben

Durante la madrugada del pasado 11 de noviembre 150 policías, la mayoría de los cuales pertenecían a las brigadas antiterroristas, rodearon un pueblo de 350 habitantes en la meseta de Millevaches antes de penetrar en una granja para arrestar a 9 jóvenes (que habían recuperado la tienda de ultramarinos para intentar reanimar la vida cultural del pueblo). Cuatro días más tarde las 9 personas detenidas fueron llevadas ante un juez antiterrorista y "acusados de asociación de malhechores con fines terroristas". Los periódicos informan que la ministra del Interior y el jefe del Estado "han felicitado a la policía y a la gendarmería por su presteza" Todo está aparentemente en orden. Pero intentemos examinar más de cerca los hechos y delimitar las razones y los resultados de esta "presteza".

Primero, los motivos: los jóvenes que han sido detenidos "estaban siendo vigilados por la policía a causa de su pertenencia a la extrema izquierda y a la esfera anarco autónoma". Como precisa el entorno de la ministra del Interior, "tienen discursos muy radicales y contactos con grupos extranjeros". Pero hay más: algunos de los detenidos "participaban de manera regular en manifestaciones políticas", por ejemplo, "en las manifestaciones contra el fichero Edvige [1] y contra el refuerzo de medidas sobre la inmigración". Una adhesión política (es el único sentido posible de monstruosidades lingüísticas como "esfera anarco autónoma"), el ejercicio activo de las libertades, el sostenimiento de discursos radicales basta para poner en marcha a la Subdirección antiterrorista de la policía (Sdat) y a la Dirección central de la oficina de información del interior. Ahora bien, quien posea un mínimo de conciencia política no puede sino compartir la inquietud de estos jóvenes frente a la degradación de la democracia que conllevan el fichero Edvige, los dispositivos biométricos y el endurecimiento de las reglas de inmigración.

En cuanto a los resultados, se podría esperar que los investigadores hubiesen encontrado en la granja de Millevaches armas, explosivos y cócteles Molotov. Ni mucho menos. Los policías de la Sdat cayeron sobre "documentos en los que se precisaban las hojas de paso de los trenes, municipio por municipio, con el horario de salida y llegada a las estaciones". Es decir: un horario de la SNCF [2]. Pero también han requisado "material de escalada". Es decir: una escala como las que se puede encontrar en cualquier casa de campo.

Es momento de volver a las personas detenidas y, sobre todo, al presunto jefe de esta banda terrorista "un líder de 33 años que procede de una clase acomodada y parisina y que sobrevive gracias al apoyo económico de sus padres". Se trata de Julien Coupat, joven filósofo que dio vida no hace mucho tiempo, con algunos de sus amigos, a Tiqqun, una revista responsable de análisis políticos sin duda discutibles, pero que se sitúa aún hoy entre los más inteligentes de este periodo. Yo he conocido a Julien Coupat en esa época y guardo de él, desde un punto de vista intelectual, una perdurable estima.

Pasemos pues a examinar el único hecho concreto de toda esta historia. La actividad de los detenidos podría relacionarse con los actos malintencionados contra la SNCF que han causado el 8 de noviembre el retraso de algunos TGV [3] de la línea París-Lille. Estos dispositivos, si creemos las declaraciones de la policía y de los propios agentes de la SNCF, no pueden provocar en ningún caso daños a las personas: pueden como mucho al obstaculizar la alimentación de los pantógrafos de los trenes, causar retrasos de éstos últimos. En Italia, los trenes llegan con retraso muy a menudo, pero nadie ha pensado todavía acusar de terrorismo a la sociedad nacional de ferrocarril. Se trata de delitos menores aunque nadie los apruebe. El 13 de noviembre un comunicado de la policía afirmaba con prudencia que, tal vez, hay "autores de los daños entre los detenidos, pero que no es posible imputar una acción a alguno de ellos".

La única conclusión posible de este tenebroso asunto es que aquellos que hoy en día se comprometen activamente contra la manera (discutible) en la que se resuelven los problemas sociales y económicos, son considerados ipso facto como terroristas en potencia, aunque ningún acto justifique esta acusación. Hay que tener el coraje de decir con claridad que hoy, en numerosos países europeos (en particular en Francia y en Italia) se han introducido leyes y medidas policiales que en otros tiempos habrían sido juzgadas como bárbaras y antidemocráticas y que no tienen nada que envidiar a las que estaban en vigor en Italia durante el fascismo. Una de estas medidas es la que autoriza la detención preventiva durante 96 horas de un grupo de jóvenes imprudentes, tal vez, pero a los que "no es posible imputarles una acción". Otra igual de grave es la adopción de leyes que introducen delitos de asociación cuya formulación se deja intencionadamente en la ambigüedad y que permiten clasificar como "con fines" o "con vocación terrorista" unos actos políticos que hasta ahora nunca habían sido considerados como destinados a producir el terror.

Notas:
1. El fichero Edvige consiste en la posibilidad de que el Ministerio del Interior pueda archivar toda información sobre los ciudadanos mayores de 13 años respecto a sus actividades políticas, filosóficas, sociales, etc.
2. Compañía nacional de ferrocarril.
3. Tren de alta velocidad.



Giorgio Agamben

Artículo aparecido en el diario francés Libération el 19 de noviembre, traducido del italiano por Martin Rueff y del francés por Elena Garrido Torres.


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París, EFE:
Justicia francesa procesa por terrorismo a presuntos saboteadores de líneas ferroviarias

A varios miembros de un grupo anarquista se los relaciona con los daños que sufrieron diferentes líneas ferroviarias del país en las últimas semanas.

Los primeros inculpados tras comparecer esta tarde ante el juez antiterrorista de París Thierry Frangnoli fueron dos estudiantes de 23 y 22 años, identificados como Bertrand D. y Elsa H.

A ambos, que quedaron en libertad bajo control judicial, se les imputaron varios cargos, y en particular el de asociación de malhechores con fines terroristas.

Poco después fue procesado Julien Coupat (34 años), el que según el fiscal de París, Jean-Claude Marin era el cabecilla de lo que denominó "una célula que tenía por objeto la lucha armada", acusado como "dirigente de una estructura con vocación terrorista".

Un total de nueve personas de entre 22 a 34 años (cuatro hombres y dos mujeres) debían declarar ante el magistrado Frangnoli con vistas a su eventual procesamiento, que había pedido la Fiscalía , que solicitaba para cinco de ellos su inculpación igualmente por "degradación en reunión" de líneas ferroviarias.

Los nueve estaban detenidos desde el pasado día 11, cuando las fuerzas del orden desmantelaron "una célula invisible" de activistas anarquistas que supuestamente tenían su centro de operaciones en una granja de Tarnac, en el centro de Francia, y que eran objeto de seguimiento desde comienzos de año.

Un seguimiento que tuvo su origen en un señalamiento por parte de las autoridades estadounidenses sobre Julien Coupat y otro joven, Yldune L., a los que la policía había controlado en Nueva York en un centro de reclutamiento del Ejército que sufrió un atentado.

Los procesamientos se han producido sin que los investigadores hayan encontrado a los presuntos saboteadores ningún arma, sin que ninguna huella genética se pueda explotar para vincularles con las acciones contra las vías férreas y sin que se les pudiera interceptar ninguna escucha al respecto.

Sí que les han incautado diversos elementos que pudieron utilizar para fabricar y colocar los dispositivos con los que se inutilizaron varios tramos de catenaria (el cable que alimenta en electricidad los convoyes ferroviarios), y que sólo en la noche del 7 al 8 de noviembre obligaron a detener más de 150 trenes.

Marin avanzó que esta "célula" tenía en proyecto "acciones más violentas contra personas", aun reconociendo que no tenía "por ahora elementos sólidos" para asentar esas alegaciones.

El representante del Ministerio Público explicó que sus miembros habían participado en diversas protestas en Francia, pero también en Grecia, Italia y en Estados Unidos, y que su comportamiento en los días que llevaban detenidos (mostraron un mutismo total ante la policía) servía "como elemento de contexto".

París
Efe

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Les "autonomes", de petits groupes sous surveillance particulière
La garde à vue des dix personnes soupçonnées d'avoir commis des actes de malveillance contre la SNCF a été prolongée, mercredi 12 novembre. Le groupe, présenté par la ministre de l'intérieur, Michèle Alliot-Marie, comme faisant partie de "l'ultra-gauche, mouvance anarcho-autonome" avait été interpellé la veille, mardi, dans le cadre d'une enquête préliminaire ouverte par le parquet de Paris dès le mois d'avril pour association de malfaiteurs à visée terroriste (Le Monde du 12 novembre). Il reste toutefois aux enquêteurs à démontrer que ses membres sont bien impliqués dans les destructions de caténaires intervenues sur des voies ferrées, le 26 octobre puis le 8 novembre, dans quatre endroits différents. Des sabotages qui ont engendré d'importants retards pour 160 TGV. Les deux enquêtes, alors, se rejoindraient.
Pour l'heure, les perquisitions ont permis de trouver, dans la ferme de Tarnac, en Corrèze, où résidait Julien Coupat, 34 ans, présenté comme le leader du groupe, des éléments matériels susceptibles d'être utilisés pour des actions de sabotage ainsi que des documents sur le réseau ferré. Les policiers ont également la "certitude" que deux des membres du groupe se trouvaient à proximité de l'un des lieux où ont été commises les dégradations. Et pour cause : ces deux personnes faisaient l'objet d'une filature. Ceci explique, notamment, la rapidité des interpellations, 48 heures à peine après les faits. Mais alors pourquoi ne pas les avoir arrêtés sur le moment ? Depuis plusieurs mois, le groupe Coupat, ainsi que le nomme un enquêteur, était sous étroite surveillance policière. L'enquête, confiée à la sous-direction de la lutte antiterroriste (SDAT) de la police judiciaire, avait été ouverte sur la base d'indications fournies par la direction centrale du renseignement intérieur (DCRI), selon lesquelles le groupe devenait "potentiellement" dangereux. Des "connexions" avec d'autres groupes dans des pays, comme l'Allemagne, la Grande-Bretagne, ou la Grèce, auraient été établies. A plusieurs reprises, Mme Alliot-Marie avait agité la menace anarcho-autonome sur la foi de notes du renseignement.
Un livre, L'Insurrection qui vient (éd. La Fabrique) rédigé par un Comité invisible, avait particulièrement suscité l'émoi. Les auteurs, revenant sur l'expérience du mouvement anti-CPE, y expliquaient : "Tout bloquer, voilà désormais le premier réflexe de tout ce qui se dresse." "L'infrastructure technique de la métropole est vulnérable (...), écrivaient-ils. Saboter avec quelque conséquence la machine sociale implique aujourd'hui de reconquérir et réinventer les moyens d'interrompre ces réseaux. Comment rendre inutilisable une ligne de TGV, un réseau électrique ?" Ils précisaient : "Retenons du sabotage le principe suivant : un minimum de risque dans l'action, un minimum de temps, un maximum de dommages".
Dans cette "mouvance", Julien Coupat apparaît depuis plusieurs années. Issu d'une famille bourgeoise, doctorant en histoire et civilisation à l'Ecole des hautes études en sciences sociales (EHESS), il a abandonné ses études en 1999. Il a été membre du comité de rédaction de la revue Tiqqun, influencée par le situationnisme de Guy Debord et qui a connu un certain écho dans les milieux autonomes avant de s'autodissoudre en 2001.
A la faveur des mouvements des chômeurs de l'hiver 1997, des rassemblements contre les G8, puis de la contestation contre le CPE en 2006, les "totos" (autonomes) ont connu une petite résurgence d'activité. Impliqués dans "l'anti-carcéralisme", la lutte contre les prisons et les centres de rétention, actifs dans le mouvement des squats politiques, développant des modes de vie alternatifs en rupture avec la société de consommation, ils s'affichent anti-parti et anti-syndicat. Et fonctionnent en groupes affinitaires.
Le gouvernement tient aujourd'hui ces milieux en ligne de mire. Au mois de juin, la chancellerie avait ainsi donné des instructions pour renvoyer toutes les affaires les concernant au parquet antiterroriste de Paris. Ces derniers mois, plusieurs jeunes ont été arrêtés, en possession d'engins incendiaires ou de substances pouvant servir à la confection de petits explosifs. L'un d'entre eux, Juan, accusé d'avoir placé l'un de ces engins sous une dépanneuse de la préfecture de police en mai 2007, a fait parvenir depuis la prison de Rouen, où il se trouve en détention provisoire, une lettre ouverte diffusée sur Internet le 10 novembre. "Je crois bien avoir le profil recherché, non pas celui d'un fanatique qui veut semer la terreur (...), écrit-il, mais plutôt celui d'un révolté parmi les autres." Réfutant le terme "d'organisation terroriste à laquelle nous sommes supposés appartenir", il dénonce : "Le mot "mouvance" montre à quel point c'est flou. Il peut suffire d'un contrôle d'identité, au cours d'un moment de contestation sauvage, de la fréquentation d'un lieu ou d'une personne, d'une lecture subversive."

Isabelle Mandraud

Julien Coupat inculpat de sabotatge

ABOTAGE DES LIGNES SNCF
TGV sabotés : les secrets de l’enquête
Notre journal révèle les étonnantes découvertes des enquêteurs, qui ont perquisitionné au domicile de plusieurs membres présumés du commando anti-SNCF.
Anne-Cécile Juillet et Stéphane Sellami, J.-M.D. | 13.11.2008, 07h00

Mercredi soir, après une quarantaine d'heures de garde à vue à la suite de l'arrestation de dix suspects, la prudence restait de mise dans l'enquête sur le sabotage des trains, survenus lors des deux derniers week-ends. Pour l'heure, les trajectoires des deux principaux suspects, Julien Coupat, 34 ans, et son amie Yldune L., 25 ans, mènent les enquêteurs du fin fond de la Corrèze à la mouvance anarchiste américaine.


Explorée depuis hier, une nouvelle piste les entraîne même jusqu'en Allemagne, où des procédés similaires de sabotage auraient déjà été mis en oeuvre.

Malgré des gardes à vue qui ont mis au jour des « éléments très intéressants », selon une source judiciaire, rien ne permet pour l'heure d'imputer à tel ou tel les dégradations ferroviaires des jours derniers. Manquent encore aux enquêteurs bien des éléments techniques, nécessaires pour confirmer l'ensemble.

A Tarnac, en Corrèze, où Julien Coupat demeurait au sein d'une communauté, lorsqu'il ne résidait pas à son domicile parisien, certains de ses proches réfutent absolument toute tentation terroriste chez ce trentenaire. Les habitants du village, à l'intention desquels la petite communauté avait ouvert un commerce de proximité et proposait un certain nombre d'activités culturelles, font bloc autour d'eux.

Pourtant, c'est bien la sous-direction antiterroriste (SDAT) du parquet de Paris qui dirige les investigations. Les enquêteurs s'interrogent aussi sur leur savoir-faire pour neutraliser le courant sur la ligne à haute tension. Une technique qui ne s'apprend pas dans les livres. En matière de terrorisme, les policiers disposent de 96 heures de garde à vue. Pour Julien Coupat et ses amis, transférés dans les locaux de la DCPJ de Nanterre et à Levallois-Perret (Hauts-de-Seine), les deux journées qui s'ouvrent s'avéreront déterminantes.

Un TER reliant Caen à Tours, avec une quarantaine de personnes à bord, a dû s'arrêter mardi après avoir heurté des plaques de béton posées sur la voie, près d'Alençon (Orne).

dijous, 18 de juny del 2009

Sabotatge feixiste contra sindicats, CGT

ÀNGEL GUIMERÀ, 48
dijous 22 de març de 2007

Enviat per Josep Juárez

El diumenge 4 de Març, sobre les set del matí, esclatava un artefacte explosiu davant la seu de la CGT del carrer Àngel Guimerà, 48, de Palma. Tenia la suficient potència com per a danyar seriosament un automòbil aparcat davant del local, i trencar una vidriera de l’entrada d’habitatges contigua. Per sort, no va ocasionar danys personals físics, però sí morals, per la gran commoció que va causar entre els veïns, molts dels quals van despertar espantats per la potent deflagració.

Feia quinze dies que a la porta metàl•lica del local havia aparegut una pintada amenaçadora contra el col•lectiu juvenil Maulets, signada amb un símbol feixista. Però els successos del primer cap de setmana de març van començar el divendres dia 2, amb l’aparició d’elements ultres en la manifestació il•legal del PP, en la Plaça de Cort. Aquella mateixa nit van ser brutalment agredits dos companys colombians, afiliats a la CGT, en una acció de clar signe racista, a la zona palmesana de Gomila. El dissabte dia 3, els panys de la seu de CGT del carrer Àngel Guimerà varen aparèixer inutilitzats. A l’horabaixa s’anava a realitzar la presentació d’un llibre sobre Euskadi, a càrrec de la Fundació Federico Engels. Per això, quan l’endemà va esclatar l’explosiu, pocs dubtes quedaven sobre l’autoria feixista de l’atemptat.

Fa deu anys que el nostre sindicat va comprar aquest local, el primer que adquiríem en propietat, amb els seus escassos 80 metres quadrats que abans albergaven una perruqueria. El rigor en l’administració de les finances va permetre adquirir-lo amb fons propis, sense haver d’acudir a préstecs. El local es va poder condicionar amb l’emissió d’una quota extraordinària, que tots els afiliats i afiliades vàrem pagar voluntàriament. Exclosos oficialment de l’accés al patrimoni sindical, el disposar d’un local en propietat, petit però decentment condicionat, ens feia sentir com al•lots amb sabates noves.

D’aquesta manera, el local sindical del carrer Àngel Guimerà va néixer lliure d’hipoteques, ni bancàries ni de cap altre tipus. I així ha continuat al llarg de tot aquest temps: un espai al servei de la gent treballadora, de reunió, d’assessorament, de formació, de promoció de la cultura obrera. Un espai que, per cèntric, ha estat punt de trobada d’entitats i de persones, d’afiliats i d’afiliades, d’amics i de simpatitzants. També un lloc d’acollida per a les entitats socials, de joves, d’immigrants, etc, que no disposen de local propi i que, en horaris compatibles amb l’activitat sindical, sempre han fet un bon ús de la seu. En definitiva, un local dels treballadors i per als treballadors: un espai de llibertat i de convivència, al marge del que el sistema entengui com a políticament correcte.

Amb seguretat, és aquesta llibertat el que molesta als agressors. Els que són incapaços d’utilitzar la força de la raó, prefereixen imposar la raó de la força, arribant, com és el cas, al sabotatge i a l’atemptat terrorista. Però s’han equivocat amb nosaltres perquè, ni cedirem al xantatge, ni renunciarem a la nostra activitat com organització. A més, un ampli ventall social, tant de Mallorca com de fora de l’illa, està interpretant l’atac contra la CGT, com una agressió a la llibertat de tots. L’onada de simpatia i solidaritat cap al nostre sindicat, i la resposta unitària del 22 de Març, indiquen que els covards autors dels atacs es troben amb l’efecte contrari al que buscaven. Perquè la llibertat no la regala ningú: es defensa i es gaudeix. Per això, és tasca i responsabilitat de totes les persones que volen ser lliures, el plantar cara al feixisme, i denunciar als qui, de manera objectiva, ho emparen, ho encoratgen, ho legitimen o ho justifiquen.

Pep Juárez, Secretari general de CGT-BALEARS Març de 2007

PER LA LLIBERTAT, PROU D’AGRESSIONS FEIXISTES !

PER LA LLIBERTAT, PROU D’AGRESSIONS FEIXISTES !
dimarts 20 de març de 2007

Enviat per CGT Illes Balears

Diumenge 4 de març, de matinada, va esclatar un artefacte a les portes de la seu del sindicat CGT, del carrer Àngel Guimerà, de Palma. Aquest local ja havia estat agredit el dia anterior, dissabte, per un sabotatge, i tres setmanes abans per pintades amb símbols feixistes. L’anterior divendres dia 2, dos treballadors colombians varen ser brutalment agredits, en una acció de presumptes connotacions racistes. En els darrers temps, PSM, STEI-i, Consell de la Joventut, entre d’altres, han rebut a les seves seus atacs en forma de pintades i amenaces d’ultradreta, que també han proliferat, en versió xenòfoba, per determinats barris de Palma. Ciutadans indefensos, sobretot immigrants, han rebut agressions físiques, de vegades greus, algunes conegudes, altres no tant.

Però la revifada feixista de les darreres setmanes, i l’atemptat amb explosius, marca una fita que ens ha fet botar totes les llums d’alarma. L’artefacte de la seu d’un sindicat és una càrrega de profunditat en la consciència de tots i totes. Les entitats sotasignants, coincidint amb un bon sector de la ciutadania, entenem que és l’exercici de les llibertats el que realment està agredit per aquests atacs feixistes. És la convivència democràtica l’objectiu real d’aquests atacs, sigui qui sigui la víctima circumstancial. Ningú ens regala la llibertat i, per això, és la obligació de tothom defensar-la quan és atacada. Així dons, és avui imprescindible donar una resposta ciutadana, davant d’aquests fets.

Exigim de les institucions administratives i judicials la identificació dels autors d’aquestes agressions i la depuració de les seves responsabilitats. Exigim les mesures preventives per eliminar i suprimir l’activitat agressiva feixista a les nostres Illes. Exigim també les responsabilitats de determinats polítics que no tenen cap problema ètic ni moral en manifestar-se al costat d’elements feixistes, en un marc d’enfrontament social que alimenta discursos agressius i antidemocràtics, i que dóna ales al terrorisme ultra. I això passa tant a les Illes Balears com a nivell estatal. Potser no sigui casualitat que el llarg cap de setmana dels fets abans esmentats comencés per una concentració il·legal, el divendres 2 de març a les 8 del capvespre, convocada pel Partit Popular a la Plaça de Cort, on va haver una significativa presència d’elements d’ultradreta. Basta, dons, d’activitat feixista, i també de qui li dóna cobertura.

Perquè volem una democràcia real i no només formal, és voluntat de les entitats que subscrivim aquest Manifest el dotar-nos de mecanismes de mútua informació sobre l’activitat dels grups que atemptin contra la convivència, per millorar la nostra coordinació a l’hora de prevenir, denunciar i donar resposta unitària, amb l’objectiu de que fets com els que aquí denunciam no tornin mai a produir-se a les nostres Illes ni enlloc. Per tot això, volem convocar a tota la ciutadania, a totes les entitats polítiques, sindicals i ciutadanes, i a totes les persones que estimen la llibertat, a defensar-la, acudint a la

CONCENTRACIÓ que tindrà lloc a la PLAÇA DE CORT, el proper DIJOUS, DIA 22, A LES 19,30 HORES, amb el lema:
PER LA LLIBERTAT, PROU D’AGRESSIONS FEIXISTES!!

ENTITATS CONVOCANTS: ACCIÓN CIVIL - AS. INM. AL MAGREB - ATTAC MALLORCA - AVANÇ FILMACIONS EDUCATIVES - CANDELA PROJECTES SOLIDARIS - CC.OO. – CGT - CONSELL DE LA JOVENTUT - CORRIENTE ROJA – EL MILITANTE - ELS VERDS - ERC ILLES - EU IILES – FEDERACIÓ D’AA.VV. DE PALMA – FÒRUM CIUTADÀ – FUNDACIÓN FEDERICO ENGELS – GOB - JOVES D’ESQUERRA NACIONALISTA – JOVES D’ESQUERRA REPUBLICANA – JOVENTUT COMUNISTA - LOBBY PER LA INDEPENDÈNCIA – MALLORCA REPUBLICANA – MAULETS MALLORCA – OBRA CULTURAL BALEAR – PLATAFORMA ANTIMILITARISTA - PSIB-PSOE – PSM-ENTESA NACIONALISTA – RASCH MALLORCA - SINDICAT D’ESTUDIANTS – SINDICAT D’ESTUDIANTS DELS PP.CC. - SOLIDARIS MAJORS ACTIUS – STEI-i – UGT – UOB - VEÏNS SENSE FRONTERES

2006 CGT Illes Balears

30 d'abril. Dia Internacional del Sabotatge

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escrit per Quico Sabater
dijous, 19 abril de 2007

Des del Col·lectiu Acció Autònoma manifestem que contra tota injustícia i opressió el sabotatge i l'acció directa són eines vàlides, entre d'altres, per defensar-se de les agressions.

El sistema capitalista ens escanya cada dia en forma de sous de misèria, precarietat i assassinats laborals, preus de vivenda i lloguer abusius, agressions constants al medi ambient, i un llarg i desgraciat etc. Per tant creiem que sobren els motius per lluitar dia a dia contra l'estat i el kapital.

Igualment fent una mica de recull d'història hem vist que al llarg del temps diversos col·lectius, grups i moviments han celebrat un dia concret com a dia internacional del sabotatge com a forma de visualitzar la lluita que es porta a terme dia a dia.

I així és com ho entenem des d'Acció Autònoma i és per aquest motiu que ens n'hem fet ressò en l'escrit que hi ha a continuació i que hem utilitzat pel diptic que anuncia les activitats del kasal okupat i autogestionat Joan Berney(Kasalet) del mes d'abril.

Segons algunes fonts el dia internacional del sabotatge caldria situar-lo abans que la data del primer de maig fos inscrita al calendari laboral com a festiu en honor a les víctimes d’una fabrica de Chicago en la qual un grup d’obrers van morir en un incendi al no poder sortir ja que l’empresari els havia tancat a dins.

Precisament cada primer de maig ,per denunciar les condicions laborals i exigir millores i recordar als obrers morts a Chicago, es feien arreu jornades de vagues. En moltes fàbriques per aconseguir para la producció pel primer de maig feien sabotatges el dia anterior, el 30 d’abril.



Segons altres fonts l’origen d’aquesta data neix del moviment kraker (okupa) holandès. El més d’abril del l’any 1980 els krakers havien convocat una gran quantitat d’actes en contra d’una gran festa que organitzava la reina d’Holanda, amb un cost d’uns 600 milions de les pessetes d’abans.

Tots els actes van ser durament reprimits. La festa es feia el 30 d’abril i durant tot aquell dia a les ciutats d’Holanda van haver-hi grans enfrontaments amb la policia.

L’any següent va ser anomenat l’any contra els bancs i es va aconseguir fer accions a Holanda, Alemanya, Anglaterra i França... quedant instaurat com a dia internacional del sabotatge.

Acciones de sabotaje feminista contra numerosas iglesias de Barcelona

Buena idea. Buena iniciativa, y buena la finalidad de la acción

Estas acciones síbólicas tienen que ver con la quema de Iglesias en el siglo XX por mentirosos, engañar al pueblo y siempre estar del lado de los dictadores, ultraconservadores y derechas, y lasdode los monarcas y los militares. Al lado de la clase alta y mentalizando al pueblo con tonterías.

Acciones de sabotaje feminista contra numerosas iglesias de Barcelona

Acciones del feminismo autónomo contra iglesias de los barrios de Sant Andreu, Clot y Trinitat Vella en respuesta a la campaña ultraderechista católica contra el aborto.
La pasada madrugada del 27 de Febrero se sabotearon tres iglesias de Sant Andreu de Palomar, una del Clot-Camp de l'Arpa y una de Trinitat Vella; sus cerraduras han sido siliconadas y sus muros encartelados y pintados con el objetivo de señalar a la Iglesia como uno de los artífices de la última ofensiva fascista y patriarcal contra nuestros cuerpos.
La Iglesia, grupos ultraderechistas como e-cristians o pro-Vida, así como toda la miseria patriarcal que está dirigiendo este ataque político y judicial contra el aborto y la libertad de las mujeres se pueden considerar en el punto de mira de nuestra ira.
¡Viva la rabia feminista! Viva la acción directa!
!Nosotras parimos, nosotras decidimos!

unas



[Barcelona] Accions de sabotatge feminista contra nombroses Esglèsies



Accions del feminisme autònom contra esglèsies dels barris de Sant Andreu, Clot i Trinitat Vella, a Barcelona, en resposta a la campanya ultradretana catòlica contra l'avortament
La passada matinada del 27 de Febrer es van sabotejar tres esglèsies de Sant Andreu de Palomar, una del Clot-Camp de l'Arpa i una de Trinitat Vella; els seus panys han estat siliconats i els seus murs encartellats i pintats amb l'objectiu d'assenyalar l'Esglèsia com un dels artífex de l'última ofensiva feixista i patriarcal contra els nostres cossos.

L'Esglèsia, grups ultradretans com e-cristians o pro-Vida, aixi com tota la misèria patriarcal que està dirigint aquest atac polític i judicial contra l'avortament i la llibertat de les dones es poden considerar en el punt de mira de la nostra ira.
VISCA LA RABIA FEMINISTA! VISCA L'ACCIÓ DIRECTA!
NOSALTRES PARIM, NOSALTRES DECIDIM!!

Sabotatge al toro d'OSborne

Sabotatge a un simbol franquista, el toro d'Osborne, condemnat i reprimit per la suposada justicia democratica amb presó.



Condemna pel sabotatge al toro d'Osborne d'El Bruc


Els dos joves acusats de sabotejar el toro d’osborne van rebre la sentència que els condemnava a una pena multa de 16 dies a 12 euros diaris per cadascú.

Els joves ja van deixar clar en la roda de premsa a Manresa que no reconeixien la sentència i que per tant no estan disposats a pagar la multa. Conseqüentment van anunciar que si havien de complir vuit dies de privació de llibertat així ho farien.

Durant el judici els joves ja van afirmar que la seva intenció era acabar amb el símbol espanyolista. Un cop finalitzat aquest, es van reafirmar en la seva acció i ja van assegurar que no assumirien cap sentència i no cedirien a pagar per una acció que seguien creient justa. Alhora, la insubmissió a la pena-multa també és una forma de desobediència, ja que allargues el procés judicial i no et limites a la posició simplista d’acceptar la sentència que la justícia del sistema t’imposa.

La repressió que han sofert els dos militants de Maulets, lluny de fer enrere a tot aquell que s’oposi als símbols espanyolistes, ha servit per unir els col·lectius i organitzacions de l’esquerra independentista de les diferents comarques veïnes (Bages, Montserratí i Anoia) i donar com a fruit una campanya contra el toro del Bruc.

Sabotatge i vagues, eines dels obrers en conflicta amb la patronal

Pobre Quintana! Sabotatge al Quintana!

Qui és aquest Quintana que s'autoanomena escriptor?

No val li la pena de buscar a Google què ha fet.

Es queixa dels treballadors que feren vaga en el Prat i no diu ni tan sols perquè fan vaga. Ves a fregir punyetes, noi!

Perjudicaren als passatgers d'avions. Amb aquests si té solidaritat.



I somia amb les dictadures el molt ximplet, un temps que al menys les manis no podien durar més de d'una hora.

I ens recomanen un llibre que fa la autocrítica del 68. Deu éssers d'aquesta fauna abundant dels que varen rapidement canviar de camp i oblidar-se que existeix la lluita de classes. Un manat de llepaculs que ara escupen i reneguen d'haver estat en partits d'extrema esquerra, fumat algun porro, fer sexe lliure, robar com a mínim algun llibre, etc. Potser ni tan sols res d'això. Potser sols va llegir algun llibre del 68 i alguna pel·lícula.



Les llibreries estan plenes d'escriptors que diuen que de joves foren irresponsables, influenciats per l'ambient, que creien en utopies i llibertat, etc. I ara estan meravellats amb el Borbó.

Com es pot tan arrossegat com per criticar a treballadors que fan vaga?
Es que està buscant feina en un diari oficial? Es por ésser més llepaculs?

Aquests encorbats als que manen els hem de sabotejar.



Una vaga il·legal és sabotatge per aquest senyor.

En canvi una vaga legal ja no és sabotatge. Es una desfilada


Es normal que el que sembra odi i sabotatge, recolti sabotatge. Els obrers li han de tornar aquestes crítiques al dret a manifestar. S'ha de parar els peus a tns mamarratxos que despotriquen impunement dels obrers, les seves vagues i manifestacions.

Vaga o sabotatge?

No, no és acceptable, ni moralment ni jurídicament, una vaga salvatge com la que es va produir divendres passat a l’aeroport del Prat. Un país que mínimament s’apreciï no pot permetre, ni menys encara passar per alt (com temo que succeirà) que, sense cap mena d’avís, sense complir cap de les normes previstes en matèria de convocatòria de vagues (dret que ningú no discuteix), els empleats d’un aeroport el posin de cap per avall, bloquegin les pistes i impedeixin durant tot un dia que cap avió hi aterri ni hi pugui prendre el vol. I per si això no fóra suficient, que tot això es produeixi el dia en què s’inicien les vacances d’agost, les més populoses de tot el país.

Un estat amb cara i ulls no pot permetre una cosa com aquesta, perquè això és deixar-se dur per l’anarquia, i en el moment en què regna l’anarquia, deixa immediatament de respectar-se l’estat de dret, última i suprema garantia d’un sistema democràtic i de llibertats (un sistema que, precisament, permet de fer vaga als obrers).

En una dictadura, la revolta dels empleats de terra de l’aeroport del Prat hauria durat no més d’una hora, com no durà més d’una hora aquella famosa vaga de pilots de fa no sé quants anys en el moment que el govern els va militaritzar. Però això no són solucions democràtiques. La democràcia exigeix el respecte a la norma presa democràticament. I les autoritats espanyoles farien molt de mal al sistema si passessin per alt el sabotatge que es va produir divendres al Prat.

Novetat: Llegiu la nova novel·la de Josep Maria Quintana, "Les revolucions perdudes": Una autocrítica de la generació que va descobrir el seu compromís polític entorn del Maig del 68

El sabotaje Emile Pouget, sabotaje obrero

Emile Pouget

El sabotaje

Primera edición cibernética, enero del 2004

Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés


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Indice

Presentación, por Chantal López y Omar Cortés.

La mercancia trabajo.

Moral de clase.

Los procedimientos del sabotaje.

Conclusiones.





Presentación

Emile Pouget pasaría a la historia del movimiento obrero en Francia por haber sido el autor del ensayo que a continuación publicamos.

Escrito que marcaría de manera definitiva el desarrollo del movimiento sindicalista a nivel mundial, El sabotaje es de lectura obligada para todo aquel interesado en el desarrollo del derecho del trabajo.

El término, en sí, convirtiose de inmediato en vocablo propio del derecho positivo al haber sido añadido ipso facto en la casi totalidad de las legislaciones del trabajo del mundo entero.

Miles de cosas terribles se han expresado en contra de esta herramienta obrera en su lucha en pro de su emancipación, sin embargo, si nos atenemos a lo expuesto por Pouget, el concepto de sabotaje, inmerso en la tremenda lucha de clases que cotidianamente se desarrolla por doquier, constituye un instrumento utilizado no sólo por la clase obrera, sino también por la burguesía.

Pouget ejemplifica lo anterior señalando todas las acciones negativas de que es capaz la burguesía con tal de aumentar sus ganancias: la adulteración de la leche cuando se le adelgaza con agua; la venta de kilos de ochocientos o novecientos gramos; en fin, todas las marrullerías de las que hace gala la burguesía tanto en el campo del comercio como en el de la producción, constituyen ellas también, descarados sabotajes.

Sin duda alguna podemos afirmar que quien lea esta edición cibernética adquirirá los elementos necesarios para comprender, en su integridad, el satanizado concepto de sabotaje en cuanto instrumento utilizado por las dos clases en constante pugna: la burguesía y el proletariado.

Chantal López y Omar Cortés


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El sabotaje

La mercancía trabajo

El sabotaje, fórmula de combate social que recibió el bautismo sindical en el Congreso Confederal de Toulouse, en 1897, no fue, al principio, bien acogido en los medios obreros. Algunos le reprochaban sus orígenes anarquistas y su inmoralidad. Hoy goza, sin embargo, de la simpatía de los trabajadores. Sería un error creer que la clase obrera, para practicar el sabotaje, ha esperado a que esta forma de lucha haya recibido la consagración de los Congresos corporativos. Como todas las formas de rebeldía, es tan viejo como la explotación humana.

Desde que un hombre tuvo la criminal ingeniosidad de sacar provecho del trabajo de su semejante, desde ese día, el explotado, por instinto, procuró dar menos de lo que exigía su patrono. Al proceder así, con tanta insconsciencia como M. Jourdain en hablar en prosa, este explotado practicaba el sabotaje, manifestando de este modo, sin saberlo, el antagonismo irreductible que pone, uno contra otro, al capital y al trabajo.

El sabotaje deriva de la concepción capitalista de que el trabajo es una mercancía.

Esta tesis es la de los economistas burgueses, según los cuales hay un mercado de trabajo, como hay un mercado de trigo, de carne, de pescado o de aves.

Admitido ésto, es muy lógico que los capitalistas procedan frente a la carne de trabajo que encuentran en el mercado, como cuando se trata para ellos de comprar mercancías o materias primas; es decir, que se esfuercen por obtenerlo al precio más bajo.

Estamos en pleno juego de la ley de la oferta y la demanda. Pero lo que es menos comprensible es que estos capitalistas quieran recibir, no una cantidad de trabajo en relación con el tipo de salario que pagan, sino independientemente del nivel de este salario, el máximum de trabajo que pueda rendir el obrero.

En una palabra, pretenden comprar, no una cantidad de trabajo equivalente a la suma que desembolsan, sino la fuerza de trabajo intrínseca del obrero: en efecto, es el obrero completo -su cuerpo y su sangre- su vigor y su inteligencia lo que exigen.

Cuando emiten semejante pretensión, los patronos olvidan que esa fuerza de trabajo es parte integrante de un ser pensante, capaz de voluntad, de resistencia y de rebeldía.

Cierto que todo iría mejor en el mundo capitalista si los obreros fuesen tan inconscientes como las máquinas de que se sirven y si, como ellas, no tuviesen a guisa de corazón y de cerebro más que una caldera o un dinamo.

Pero no es esto lo que ocurre. Los trabajadores saben las condiciones en que les coloca el medio actual, y si las toleran no es de grado. Saben que son dueños de la fuerza de trabajo, y si consienten que su patrono consuma una cantidad dada de ella, se esfuerzan porque esta cantidad esté en relación más o menos directa con el salario que reciben. Hasta en los más desprovistos de conciencia, hasta en los que sufren el yugo patronal sin poner en duda su justicia, brota instintivamente la noción de resistencia a las pretensiones capitalistas: tienden a no dar más de lo que reciben.

Esta discordancia, base de las relaciones entre patronos y obreros, pone de relieve la oposición fundamental de los intereses en presencia: la lucha de la clase que detenta los medios de producción contra la clase que, desprovista de capital, no posee otra riqueza que su trabajo.

Desde que se ponen en contacto en el terreno económico, empresarios y obreros, surge ese antagonismo irreductible que los arroja a los dos polos opuestos y que, por consiguiente, hace siempre inestables y efímeros sus acuerdos.

En efecto, entre unos y otros, no puede nunca concluirse un contrato en el sentido preciso y justo del término. Un contrato implica la igualdad de los contratantes, su plena libertad de acción y, además, una de sus características consiste en presentar para todos los firmantes un interés real y personal, tanto en el presente como en el porvenir.

Ahora bien; cuando un obrero ofrece sus brazos a un patrono, los dos contratantes están muy lejos de hallarse sobre un pie de igualdad. El obrero, apremiado por la urgencia de asegurarse el sustento -si es que no está atenazado por el hambre-, no tiene la serena libertad de acción de que goza su patrono. Además, el beneficio que obtiene por su trabajo es sólo momentáneo, pues si puede atender a las necesidades de su vida inmediata, no es raro que el riesgo de la obra a que se dedica ponga en peligro su salud, su porvenir.

Entre patronos y obreros no pueden, pues, concluirse convenios que merezcan el calificativo de contratos. Lo que se ha convenido en designar con el nombre de contrato de trabajo no posee los caracteres específicos y bilaterales del contrato; es, en sentido riguroso, un contrato unilateral, favorable, solamente, a uno de los contratantes; un contrato leonino.

De estas observaciones se desprende que, en el mercado de trabajo, no hay, frente a frente, sino beligerantes en permanente conflicto; por lo tanto, todas las relaciones, todos los acuerdos entre unos y otros, serán precarios; pues viciados por su origen, se basan en la mayor o menor fuerza y resistencia de los antagonismos.

Por eso, entre patronos y obreros, no se establece nunca -ni puede establecerse- una alianza duradera, un contrato en el sentido leal de la palabra: entre ellos sólo hay armisticios que, suspendiendo por un tiempo las hostilidades, procuran una tregua momentánea a las acciones de guerra.

Son dos mundos que se entrechocan con violencia; el mundo del capital y el del trabajo. Puede haber, y hay, cierto, infiltraciones del uno en el otro; gracias a una especie de capilaridad social, pasan algunos tránsfugas del mundo del trabajo al del capital, y, olvidando o renegando de sus orígenes, se colocan entre los más intratables defensores de su casta de adopción. Pero tales fluctuaciones en los cuerpos de ejército en lucha no debilitan el antagonismo de las dos clases.

De un lado como de otro, los intereses en juego son diametralmente opuestos, y esta oposición se manifiesta en todo lo que constituye la trama de la vida. Bajo las aclamaciones democráticas, bajo el verbo falaz de la igualdad, el más superficial examen descubre las divergencias profundas que separan a burgueses y proletarios: las condiciones sociales, el modo de vivir, los hábitos de pensamiento, las aspiraciones, el ideal ... ¡todo, todo difiere!


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Moral de clase

Es comprensible que de la diferenciación radical entre la clase obrera y la burguesía, cuya persistencia acabamos de comprobar, dimane una moral distinta.

En efecto, sería por lo menos extraño que entre un proletario y un capitalista no hubiese nada de común, excepto la moral.

¡Cómo! Los hechos y actitudes de un explotado, ¿deberían ser apreciados con el criterio de su enemigo de clase?

¡Esto sería completamente absurdo!

La verdad es que, así como hay dos clases en la sociedad, hay también dos morales: la de los capitalistas y la de los proletarios.

La moral natural o zoológica, escribe Marx Nordau, declararía que el reposo es el mérito supremo y no daría al hombre el trabajo como cosa deseable y gloriosa, sino en cuanto ese trabajo fuese indispensable a su existencia material. Pero los explotadores entonces se verían en un aprieto. En efecto, su interés reclama que la masa trabaje más de lo necesario para ella y produzca más de lo que su propio uso exige. Y es que quieren apoderarse precisamente del sobrante de la producción; a este efecto, han suprimido la moral natural e inventado otra, que han hecho establecer a sus filósofos, alabar a sus predicadores, cantar a sus poetas, y, según la cual, la ociosidad sería madre de todos los vicios y el trabajo una virtud, la más hermosa de todas las virtudes.

Es inútil observar que semejante moral está hecha para uso exclusivo de los proletarios, pues los ricos que la ensalzan no se cuidan de someterse a ella. La ociosidad sólo es un vicio en los pobres.

En nombre de las prescripciones de esta moral especial, los obreros deben trabajar sin descanso en provecho de sus patronos, y toda tibieza de su parte en el esfuerzo de producción, todo lo que tienda a reducir el beneficio del explotador, es considerado como una acción inmoral. Y partiendo también de la misma moral de clase, son glorificados el sacrificio a los intereses patronales, la asiduidad en las obras más duras y peor remuneradas, los escrúpulos estúpidos que crean el honrado obrero; en una palabra, todas las cadenas ideológicas y sentimentales que clavan al asalariado en la argolla del capital.

Para completar la obra de esclavización se apela a la vanidad humana; todas las cualidades del buen esclavo son exaltadas, ensalzadas, y hasta se ha imaginado distribuir recompensas -¡la medalla del Trabajo!- a los obreros borregos que se han distinguido por la flexibilidad de su espinazo, su espíritu de resignación y su fidelidad al patrono.

De esta moral criminal, la clase obrera está saturada.

Desde que nace hasta que muere, el proletario es engañado con ella; le dan esta moral con la leche más o menos falsificada del biberón que, para él, sustituye con demasiada frecuencia al seno materno; más tarde, en la escuela láica, se la inculcan también, por dosis prudenciales, y la infiltración continúa, por mil y mil procedimientos, hasta que, yacente en la fosa común, duerme su eterno sueño.

La intoxicación resultante es tan profunda y persistente, que hasta hombres de espíritu sutil, de inteligencia clara y aguda, aparecen, sin embargo, contaminados. Tal es el caso del ciudadano Jaurés que, para condenar el sabotaje, ha echado mano de esta ética, creada para uso de los capitalistas. En una discusión sobre el sindicalismo, abierta en el Parlamento el 11 de Mayo de 1907, declaraba:

¡Oh! Si se trata de la propaganda sistemática, metódica del sabotaje, yo creo, a riesgo de ser tachado de optimista, que no irá muy lejos. Repugna a la naturaleza, a los sentimientos del obrero ...

E insistía:

El sabotaje repugna al valor técnico del obrero.

El valor técnico del obrero es su verdadera riqueza; por eso el teórico, el metafísico del Sindicalismo, Sorel, declara que, aunque se le permitan al sindicalismo todos los procedimientos posibles, hay uno que debe él mismo prohibirse: el que amenaza despertar, humillar en el obrero este valor profesional, que no es sólo su riqueza precaria de hoy, sino también el título para su soberanía en el mundo del mañana ...

Las afirmaciones de Jaurés, aun colocadas bajo la égida de Sorel, son todo lo que se quiera -hasta metafísica- menos la comprobación de una realidad económica.

¿Dónde diantres ha encontrado a obreros cuya naturaleza y sentimientos les lleven a realizar la plenitud de su esfuerzo físico e intelectual en beneficio de un patrono, a pesar de las condiciones irrisorias, ínfimas u odiosas que éste le impone?

¿Por qué, por otra parte, ha de ponerse en peligro el valor técnico de tales problemáticos obreros, si el día en que se den cuenta de la explotación desvergonzada de que son víctimas, intentan sustraerse a ella y, sobre todo, no consienten en someter sus músculos y cerebros a una fatiga indefinida, en provecho solo del patrono?

¿Por qué han de desperdiciar estos obreros ese valor técnico que constituye su verdadera riqueza -al decir de Jaurés- y por qué se lo han de regalar casi gratuitamente al capitalista?

¿No es más lógico que en vez de sacrificarse como corderos en el altar de la clase patronal, se defiendan, luchen y, estimando como su más preciado don ese valor técnico, no cedan todo o parte de su verdadera riqueza sino en las mejores condiciones o, por lo menos, en las menos malas?

El orador socialista no responde a estas interrogaciones porque no ha profundizado la cuestión. Se ha limitado a afirmaciones de orden sentimental, inspiradas en la moral de los explotadores y que son el remache de las argucias de los economistas que reprochan a los obreros franceses sus exigencias y sus huelgas, acusándoles de poner en peligro la industria nacional.

El razonamiento del ciudadano Jaurés es, en efecto, del mismo orden, con la diferencia de que en vez de hacer vibrar la cuerda patriotica, es el puntillo de honor, la vanidad, la gloria del proletariado, lo que ha tratado de exaltar, de sobreexcitar.

Su tésis va a parar a la negociación formal de la lucha de clases, pues no tiene en cuenta el estado de guerra permanente entre el capital y el trabajo.

Ahora bien; el simple buen sentido sugiere que, siendo el patrono el enemigo del obrero, no hay más deslealtad por parte de éste en tender emboscadas contra su adversario que en combatirlo cara a cara.

Por consiguiente, ninguno de los argumentos sacados de la moral burguesa vale para apreciar el sabotaje, ni ninguna otra táctica proletaria; y asímismo ninguno de estos argumentos vale para juzgar los hechos, gestos, actitudes, ideas o aspiraciones de la clase obrera.

Si se desea razonar sanamente sobre todos estos puntos, es menester no referirse a la moral capitalista, sino inspirarse en la moral de los productores que se elabora cotidianamente en el seno de las masas obreras, y que está llamada a regenerar las relaciones sociales, pues ha de ser lo que regule las del mundo de mañana.


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Los procedimientos del sabotaje

En el campo de batalla del mercado de trabajo donde los beligerantes se atacan sin escrúpulos, falta mucho, como hemos comprobado, para que se presenten con armas iguales.

El capitalista opone una coraza de oro a los golpes de su adversario que, conociendo su inferioridad defensiva y ofensiva, trata de suplirla recurriendo a las astucias de la guerra. El obrero, impotente para atacar de frente a su enemigo, trata de cogerlo de flanco, atacándole en sus obras vivas: la caja de caudales.

Los proletarios pueden compararse a un pueblo que, queriendo resistir a la invasión extranjera y no sintiéndose con fuerzas para afrontar en una gran batalla al enemigo, se lanza a la guerra de emboscadas, de guerrillas. Lucha desesperante para los grandes cuerpos de ejército, lucha de tal suerte horripilante y criminal que, generalmente los invasores se niegan a reconocer a los guerrilleros el carácter de beligerantes.

Esta execración de las guerrillas por los ejércitos regulares no nos sorprende más que el horror inspirado por el sabotaje a los capitalistas.

Y es que, en efecto, el sabotaje es en la guerra social lo que son las guerrillas en las guerras nacionales: dimana de los mismos sentimientos, responde a las mismas necesidades y tiene en la mentalidad obrera idénticas consecuencias.

Sabido es cuánto desarrollan las guerrillas el valor individual, la audacia y el espíritu de decisión. Otro tanto puede decirse del sabotaje; mantiene en tensión a los trabajadores, les impide hundirse en una flojedad perniciosa, y como necesita una acción permanente y sin tregua, consigue el feliz resultado de fomentar el espíritu de iniciativa, de habituar a la acción, de sobreexcitar la combatividad.

El obrero necesita poseer estas cualidades, pues el patrono obra respecto de él con tan pocos escrúpulos como tienen los ejércitos invasores que operan en país conquistado: ¡se entregan al saqueo cuanto pueden!

Esta rapacidad capitalista ha sido censurada por el multimillonario Rockefeller ... dispuesto, con seguridad, a practicarla sin vergüenza.

El error de algunos patronos -escribe- consiste en no pagar lo que debieran, con lo cual consiguen que en el trabajador se despierte una tendencia a reducir el trabajo.

Esta tendencia a la reducción del trabajo que comprueba Rockefeller -reducción que legitima y justifica por la censura que dirige a los patronos- es el sabotaje en la forma que se presenta espontáneamente al espíritu de todo obrero: la disminución del trabajo.

Podrá decirse de este procedimiento que es la forma instintiva y primaria del sabotaje. Naturalmente, sólo es practicable para los obreros a jornal. En efecto, es indudable que los que trabajan a destajo, si disminuyeran su producción, serían las primeras víctimas de su rebelión pasiva, puesto que sabotearían su propio salario. Los destajistas deben, pues, recurrir a otros medios, consistiendo su preocupación en disminuir la calidad, no la cantidad de su producto.

Los procedimientos de sabotaje son variables hasta el infinito. Sin embargo, cualesquiera que sean, hay una cualidad que los trabajadores exigen de ellos: que al ponerse en práctica, no tengan una repercusión dolorosa sobre el consumidor.

El sabotage ataca al patrono, bien por la disminución del trabajo, ora haciendo invendibles los productos fabricados, ya inmovilizando o inutilizando los instrumentos de producción. Mas el consumidor no debe ser víctima de esta guerra contra el explotador. Los trabajadores insisten mucho en este carácter específico del sabotaje, que consiste en herir al patrono y no al consumidor. Pero tienen que deshacer el prejuicio de la Prensa capitalista, que desnaturaliza esa tesis a su antojo, presentando el sabotaje como peligroso para los consumidores principalmente.

Todavía no se ha olvidado la emoción que produjo la noticia lanzada por los grandes diarios, hace unos años, a propósito del pan con vidrio molido. Los sindicalistas se hartaban de decir que poner vidrio molido en el pan sería un acto odioso, estúpidamente criminal y que a los obreros panaderos no se les había ocurrido jamás semejante idea; mas, a pesar de las negaciones, la mentira se extendía, se reeditaba y, naturalmente, indisponía contra los obreros panaderos a infinidad de gentes para quienes lo que escribe su periódico es el evangelio.

En realidad, hasta hoy, en el curso de las diversas huelgas de panaderos, el sabotaje puesto en práctica ha consistido en destruir las tahonas, los amasaderos o los hornos. En cuanto al pan si se ha fabricado incomestible -quemado o poco cocido, sin sal o sin levadura, etc., pero nunca con vidrio molido- no han sido los consumidores los perjudicados, sino únicamente los patronos.

En efecto, habría que suponer que los consumidores eran unas bestias ... para aceptar, en vez de pan, una mezcla indigesta o nauseabunda. Si el caso se hubiese presentado, habrían devuelto seguramente ese pan de mala calidad a su tahonero y exigido en su lugar un producto comestible.

El pan con vidrio molido es, pues, únicamente una infamia capitalista destinada a desacreditar las reivindicaciones de los obreros panaderos.

Hay muchos casos en los cuales el sabotaje se identifica con el interés de los consumidores.

Un llamamiento dirigido a la población parisina en 1908, por el sindicato de los cocineros, lo explica mejor que todo comentario; a él pertenecen los siguientes párrafos:

El primero de Junio último, un maestro cocinero que llegaba aquella misma mañana a un restaurante popular, observó que la carne que le habían confiado se había estropeado de tal modo, que servirla hubiese sido un peligro para los consumidores. Entonces dió parte al patrono, que le exigió que, a pesar de todo, fuese servida, pero el obrero indignado por lo que se le pedía, se negó a ser cómplice del envenenamiento de la clientela.

El patrono, furioso contra esta indiscreta lealtad, se vengó despidiéndole y dando su nombre al sindicato patronal de restaurantes populares Le Parisien, para impedir que volviera a colocarse.

Hasta aquí el incidente revela sólo un acto individual e innoble de un patrono y un acto de conciencia de un obrero, más la continuación del asunto pone de manifiesto, como va a verse, una solidaridad patronal, de tal modo escandalosa, que nos creemos obligados a denunciarla.

Cuando el obrero se presentó en la oficina de colocación del sindicato patronal, el encargado de esta oficina le dijo que a él, obrero, no le importaba si los artículos estaban o no estropeados; que desde el momento en que se le pagaba no tenía más que obedecer; que su acto era inadmisible y que, en lo sucesivo, no podía contar con su oficio para encontrar trabajo.

Morirse de hambre o hacerse, en caso necesario, cómplice de los envenenamientos: he aquí el dilema planteado a los obreros por este sindicato patronal.

Por otra parte, este lenguaje establece bien claramente que, lejos de reprobar la venta de artículos averiados, este sindicato encubre y defiende tales actos y persigue con su odio a los que impiden que se envenene tranquilamente.

Seguramente, no es un ejemplar único en París este patrono que sirve carne podrida a sus clientes. Sin embargo, pocos son los cocineros que tienen el valor de seguir el ejemplo dado.

¡Y es que, si tienen demasiada conciencia, los trabajadores corren el riesgo de perder el empleo, y hasta de ser boicoteados! Consideraciones éstas que hacen que se meneen muchas cabezas, que vacilen muchas voluntades y que se pongan un freno muchas rebeldías.

Por eso nos son tan pocas veces revelados los misterios de los restaurantes populares y aristocráticos.

Sin embargo, al consumidor le sería útil saber que los enormes cuartos de buey que se ven hoy en los escaparates del restaurante que frecuenta, son carnes apetecibles que mañana serán llevadas y desmenuzadas en los Halles ... mientras que en el restaurante en cuestión se sirven viandas sospechosas.

Análogamente le sería útil saber que la sopa de cangrejos que saborea, está hecha con el caparazón de Ías langostas dejadas ayer en el plato por él u otros -caparazones cuidadosamente raspados para desprender la pulpa adherida a ellos y que, machacados en el mortero, es disuelto por un jugo que se tiñe de rojo con carmín.

Y así mismo que todo el material del restaurante: cucharas, tenedores, platos, etc., es enjugado con las servilletas abandonadas por los clientes después de la comida, con lo que se hace posible un contagio de tuberculosis.

La lista sería larga y nauseabunda, si hubiese que enumerar todos los trucos y trampas de los comerciantes sin vergüenza que, emboscados en un rincón de su tienda, no se contentan con estafar a sus parroquianos, sino que, muchas veces, los envenenan por añadidura. Por eso debemos desear, en interés de la salud pública, que los obreros del ramo de la alimentación saboteen a sus patronos y nos pongan en guardia contra esos malhechores.

Para los cocineros, existe otro procedimiento de sabotaje, consistente en preparar los platos de manera excelente, con todos los condimentos necesarios y poniendo en su confección todos los cuidados que el arte culinario requiere.

De todo esto resulta que, para los obreros cocineros, el sabotaje se identifica con el interés de los consumidores, tanto si se proponen ser unos obreros escrupulosos, como si nos inician en los arcanos poco apetitosos de sus cocinas.

Algunos tal vez objeten que, en este último caso, los cocineros no practican el sabotaje, sino que dan un ejemplo de integridad y lealtad profesional digno de encomio.

¡Mucho cuidado! Los que tal afirman se deslizan por una pendiente muy disimulada y corren el riesgo de rodar hasta el abismo, es decir hasta la condenación de la sociedad actual.

En efecto, la falsificación, el engaño, la mentira, el robo, la estafa, constituyen la trama de la sociedad capitalista; suprimirlas, equivale a matarla ... No hay que hacerse ilusiones: el día en que se intentara introducir en las relaciones sociales, en todos los grados y en todos los planos, una estricta lealtad, una escrupulosa buena fe, nada quedaría en pie, ni la industria, ni el comercio, ni la banca ... ¡nada, nada!

Ahora bien; es indudable que, para llevar a buen término todas las bajas operaciones a que se entrega el patrono no puede obrar sólo; necesita auxiliares, necesita cómplices ... y los encuentra en sus obreros, en sus empleados. Por eso al asociar a los obreros a sus maniobras -nunca a sus beneficios-, les exige una sumisión completa a sus intereses y les prohibe apreciar y juzgar las operaciones de su casa; si éstas son de carácter fraudulento, incluso criminal, a los obreros no debe importarles.

Ellos no son responsables ... Desde el momento en que se les paga, no tienen más que obedecer, así observaba muy burguesamente el encargado de Le Parisien, mencionado más arriba.

En virtud de tales sofismas, el trabajador debe prescindir de su personalidad, reprimir sus sentimientos y obrar como inconsciente; toda desobediencia a las órdenes dadas, toda violación de los secretos profesionales, toda divulgación de las prácticas inmorales que de él se exigen, constituye por su parte un acto de felonía contra el patrono.

Por consiguiente, si se niega a la sumisión ciega y pasiva, si se atreve a denunciar las villanías a que se le asocia, es considerado como un rebelde contra su patrono, pues le hace la guerra, le sabotea.

Semejante modo de ver no es particular a los patronos; los sindicatos obreros interpretan también como acto de guerra -como acto de sabotaje- toda divulgación perjudicial a los intereses capitalistas, y los sindicalistas han bautizado este ingenioso procedimiento de atacar la explotación humana con el nombre de sabotaje de la boca abierta. Expresión significativa hasta no más, ya que muchas fortunas sólo se han amasado gracias al silencio que han guardado sobre los bandidajes patronales los explotados que han colaborado en ellos, porque sin el mutismo de éstos hubiese sido dificil, si no imposible, que los explotadores hubieran hecho tales negocios.

Acabamos de examinar los procedimientos de sabotaje puestos en práctica por la clase obrera sin suspensión del trabajo, sin abandono del taller. Mas el sabotaje no se limita a esta acción restringida; puede convertirse -y se convierte cada vez más- en una ayuda poderosa en caso de huelga.

Podemos comprobar -escribía Bourguet, secretario del sindicato de París- que la cesación del trabajo no es suficiente para la terminación de una huelga. Sería necesario y hasta indispensable, para el buen resultado del conflicto, que la herramienta -es decir, los medios de producción de la fábrica, de la mina, de la tahona, etc.- estuviesen también en huelga, esto es, que no funcionasen ...

Esta táctica, que consiste en unir a la huelga de brazos la huelga de las máquinas, puede parecer que se inspira en móviles bajos y mezquinos. Pero no es así.

Los trabajadores conscientes saben que sólo son una minoría y temen que sus camaradas no tengan la tenacidad y energía suficiente para resistir hasta el fin, y entonces, para impedir la deserción de la masa, le hacen el retiro imposible: hunden los puentes detrás de ella.

Obtienen semejante resultado, quitando la herramienta de las manos a los obreros demasiado sumisos a los poderes capitalistas y paralizando las máquinas que fecundaban su esfuerzo. Por este procedimiento evitan la traición de los inconscientes y les impiden pactar con el enemigo para reanudar el trabajo cuando no deben.

Hay otra razón para esta táctica: que los huelguistas no tienen que temer sólo a los renegados, sino que deben también desconfiar del ejército.

En efecto, los capitalistas acostumbran cada día más a sustituir a los huelguistas por militares. Así, tan pronto como se declara una huelga de panaderos, de electricistas, de ferroviarios, etc., el Gobierno trata de sofocarla, reemplazando a los obreros por soldados. Hasta el punto de que, para suplantar a los electricistas, por ejemplo, el Gobierno ha creado un cuerpo especial de ingenieros, a quienes se enseña el funcionamiento de las máquinas generadoras de electricidad, así como el manejo de los aparatos, y que están siempre preparados para ocupar el puesto de los obreros electricistas, al primer síntoma de huelga.

Es, pues, de luminosa evidencia que si los huelguistas, que conocen las intenciones gubernamentales, se olvidan, antes de suspender el trabajo, de impedir esta intervención militar, imposibilitándola y haciéndola ineficaz, están vencidos por adelantado.

Previendo el peligro, los obreros que van a emprender la lucha no tendrían excusa si no pusiesen remedio. ¡Felizmente, no se olvidan!

Mas entonces ocurre que se les acusa de vandalismo, censurándose su falta de respeto hacia la máquina.

Estas críticas tendrían fundamento si en los trabajadores existiese una voluntad sistemática de destrucción, sin ninguna preocupación de finalidad. Pero no es este el caso. Si los obreros atacan a las máquinas, no es por placer o diletantismo, sino porque una imperiosa necesidad les obliga a ello.

No hay que olvidar que a los trabajadores se les plantea una cuestión de vida o muerte: si no inmovilizan las máquinas, van a una derrota segura, al fracaso de sus esperanzas; si las sabotean, tienen grandes probabilidades de éxito, aunque conciten contra ellos a la opinión burguesa y se vean acribillados de epítetos malsonantes.

Dados los intereses en juego, se comprende que afronten sonrientes estos anatemas, y que el temor de ser calumniados por los capitalistas y sus lacayos no les haga renunciar a las posibilidades de victoria que les reserva una audaz e ingeniosa iniciativa.

Los trabajadores, en estas condiciones, se encuentran en una situación parecida a la de un ejército que obligado a retirarse, se decide, con pesar, a destruir el armamento y provisiones que dificultarían su marcha y podrían hacerlo caer en poder del enemigo. En este caso, tal destrucción es legítima, mientras que en cualquier otro sería una locura.

Por consiguiente, no hay más razón para censurar a los obreros que recurren al sabotaje con objeto de asegurar su triunfo, que hay para censurar al ejército que, con el fin de salvarse, sacrifica su impedimenta.

Podemos, pues, concluir que con el sabotaje ocurre lo que con todas las tácticas y todas las armas: la justificación de su empleo dimana de las necesidades y del fin perseguido.

Además de estos procedimientos, hay otro que podría calificarse de sabotaje por represalias, y que se ha extendido algo a partir del fracaso de la segunda huelga de Correos.

Después de esta huelga, unos grupos revolucionarios decidieron sabotear las líneas telegráficas y telefónicas para protestar contra el despido en masa de cientos de huelguistas. Y anunciaron su intento de hacer tal guerra mientras los empleados de Correos despedidos con motivo de la huelga no fuesen reintegrados.

Una circular confidencial enviada a los puestos que estos grupos se habían procurado, precisaba en qué condiciones había de efectuarse esta campaña de sabotaje de los hilos.

Los camaradas que te envían este papel -decía la circular- te conocen, aunque tu no los conozcas; excúsalos si no firman. Te conocen como revolucionario serio.

Te piden que cortes los hilos telegráficos y telefónicos que estén a tu alcance en la noche del primero de Junio.

Las noches siguientes, sin necesidad de más órdenes, seguirás haciendo la misma operación.

Cuando el Gobierno tenga ya bastante, reintegrará a los 650 empleados despedidos.

En una segunda parte, esta circular contenía un formulario detallado y técnico que exponía los diferentes modos de cortar los hilos sin riesgo de ser electrocutado. También recomendaba con mucha insistencia que no se tocaran los hilos de las señales ni los telegráficos de las Compañías ferroviarias; y, para hacer imposible todo error, se insistía minuciosamente sobre los medios de distinguir los hilos de las Compañías de los del Estado.

La hecatombe de los hilos telegráficos y telefónicos, fue considerable en toda Francia, y duró hasta la caída del Ministerio Clemenceau. Después, en diversas ocasiones, algunos grupos, para protestar contra la arbitrariedad del Poder, se han entregado a esta guerra contra los hilos telegráficos y telefónicos ...

El sabotaje, además de un medio de defensa utilizado por el productor contra el patrono, puede convertirse en un medio de defensa del público contra el Estado o las grandes Compañías.

El obstruccionismo es un procedimiento de sabotaje al revés, que consiste en aplicar los reglamentos con un cuidado meticuloso, en realizar el trabajo a cargo de uno, con una prudente lentitud y un escrúpulo exagerado. El ejemplo más elocuente de este procedimiento de sabotaje lo dieron los ferroviarios italianos, en 1905, con su famoso obstruccionismo, gracias al cual la desorganización del servicio fue fantástica y formidable, y la circulación de trenes quedó casi suspendida.


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Conclusiones

Como acabamos de ver, por el examen de las modalidades del sabotaje obrero, en cualquier forma y momento en que se manifieste, su característica consiste siempre -¡siempre!- en quebrantar la caja patronal.

Contra este sabotaje, que sólo ataca los medios de explotación, las cosas inertes y sin vida, la burguesía no tiene bastantes maldiciones.

En cambio, los detractores del sabotaje obrero no se indignan de otro sabotaje -verdaderamente criminal, abominable y monstruoso- que constituye la esencia misma de la sociedad capitalista.

¡No se conmueven ante ese sabotaje que, no contento con despojar a sus víctimas, les quita la salud y ataca hasta a las fuentes de la vida, a todo, a todo!

Mas hay una razón mayor de esta impasibilidad; y es que con este sabotaje se benefician ellos.

Son saboteadores los comerciantes que, adulterando la leche, alimento de los pequeñuelos, siegan en flor las generaciones nuevas.

Los harineros y panaderos que echan en la harina talco u otros productos nocivos, estropeando así el pan, alimento de primera necesidad.

Los fabricantes de café con almidón y achicoria, de pasteles con vaselina, de miel con almidón y pulpa de castañas, de vinagre con ácido sulfúrico, de quesos con cera o fécula, de cerveza con hojas de boj.

Fueron saboteadores los traficantes -patriotas ¿cómo no?- que, en 1870-71, contribuyeron al sabotaje de su patria entregando botas con suela de cartón para los soldados y cartuchos con pólvora de carbón; y lo son sus hijos que, siguiendo la carrera paterna con el mismo espíritu que sus progenitores, construyen las calderas explosivas de los grandes acorazados, los cascos rotos de los submarinos, y suministran al ejército carne de mono podrida, viandas estropeadas o tuberculosas, pan con talco o habichuelas, etc., etc.

Son saboteadores los contratistas, los constructores de vías férreas, los fabricantes de muebles, los vendedores de abonos químicos, los industriales de todo género y de cualquier categoría.

¡Todos, sin excepción, son saboteadores! Pues todos, en efecto, adulteran, estafan, falsifican cuanto pueden.

El sabotaje está en todas partes y en todo: en la industria, en el comercio, en la agricultura ... ¡en todo, en todo!

Pero este sabotaje capitalista que impregna a la sociedad actual, que constituye el elemento en el cual se mueve -como nosotros en el oxígeno del aire- es condenable muy de otro modo que el sabotaje obrero.

Este último -¡hay que insistir en ello!- sólo va contra el capital, contra la caja de caudales de los burgueses, mientras que el otro ataca a la vida humana, destruye la salud, puebla los hospitales y cementerios.

De las heridas que hace el sabotaje obrero sólo salpica el oro; en las producidas por el sabotaje capitalista la sangre fluye a raudales.

El sabotaje obrero se inspira en principios generosos y altruistas: es un medio de defensa y protección contra las exacciones patronales; es el arma del desheredado que batalla por su existencia y la de su familia; tiende a mejorar las condiciones sociales de las muchedumbres obreras y a librarlas de la explotación que las oprime y las aplasta ... Es un fermento de vida radiante y mejor.

El sabotaje capitalista, por el contrario, no es más que un medio de explotación intensificada; condensa los apetitos desenfrenados y nunca satisfechos, es la expresión de una rapacidad repugnante, de una insaciable sed de riquezas que no retrocede ante el crimen para verse satisfecha ... Lejos de engendrar la vida, siembra a su alrededor las ruinas, el duelo y la muerte.